24 de octubre de 2011
Lunes
A diferencia de los mandatarios de Estados Unidos, Europa, Japón y Oceanía, la presidenta no puede apoyarse en una administración pública razonablemente eficaz, equipos de funcionarios profesionales de honestidad intachable y asesores capaces de oponerse a sus iniciativas si las creen desafortunadas. Aquí todo está improvisado y, lo que es peor aún, la prioridad de quienes la rodean no es ayudarla a gobernar lo mejor posible sino complacerla por entender que, si no lo hacen, podrían caer fulminados como traidores, para regocijo de otros cortesanos que esperaban tomar su lugar entre los favoritos de la reina.
JAMES NEILSON
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