A diferencia del capitalismo, el progresismo considera que el Estado tiene que intervenir en la economía para redistribuir la riqueza, los ingresos, hacer justicia social y lograr una sociedad más justa. Es decir, el progresista se considera a sí mismo como alguien que tiene el monopolio de la bondad, la benevolencia y la honestidad. Esa supuesta honestidad le otorgaría el privilegio a utilizar el monopolio de la fuerza para quitarle a unos y otorgarle a otros en nombre de la justicia social sin cometer ningún tipo de corrupción. Es decir, el progresista no quiere un gobierno limitado y subordinado a la ley, sino que cree que su bondad intrínseca como persona le permite declarar ganadores y perdedores en la economía bajo un concepto de justicia que sólo él dispone y sin límites a su asignar.
Roberto Cachanosky (via La Prensa Popular)
2 comentarios:
Se creen los Robin Hood contemporáneos. Conmovedor.
Casualmente mencionaste un caso más de secuestro de una historia que nos vuelve como "relato": RH asaltaba a los recaudadores del rey Juan Sin Tierra, para devolverles a los campesinos lo que ellos mismos producían y el gobierno les estaba quitando. Es llamativo que la historia instalada hoy es la de "robaba a los ricos (particulares) para darle a los pobres" cuando en verdad luchaba contra el poder absolutista.
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