13 de mayo de 2012

Tómese un ratón.



Tómese un ratón de laboratorio. Confíneselo convenientemente en una jaula, para evitar que su inquieta naturaleza desvíe su atención y aleje su cuerpo del experimento al que habremos de someterlo.
Dispóngase un dispositivo tal que sea capaz de sostener una pequeña porción de alimento y al mismo tiempo transmitir una descarga eléctrica a quien entrare en contacto con el mismo.
Si se deja al ratón en soledad con su apetito y el alimento tramposo, casi invariablemente pretenderá consumir el segundo para saciar la primera, recibiendo al primer contacto una sacudida que lo dejará pensativo y con los bigotes enrulados. 

Puede que el roedor sea testarudo y lo intente un par de veces más, pero a fuerza de electrones, tarde o temprano aprenderá a evitar el alimento colocado en el demoníaco ingenio. (También aprenderá que para los ratones una carrera en la ciencia no es nada recomendable).
Lejos estará el ratón de comprender la situación, pero de una forma completamente práctica y visible, habrá adquirido un conocimiento que modificará su conducta. En efecto, de ahora en más el ratón no tocará el comestible en el dispositivo para eludir la desagradable consecuencia de esa acción.

Si bien el experimento anterior no suele ser realizado con humanos, una situación bastante parecida suele producirse cuando un niño de corta edad que ha adquirido recientemente la capacidad de desplazarse en dos pies comienza a explorar el mundo que se revela ante su nueva estatura. 
Esto sucede cuando el parvulillo, tal vez en un momento de distracción de su cuidador, toca con sus manitas un recipiente conteniendo un líquido en ebullición. 

Luego de proferir gritos, llantos y todo el repertorio de manifestaciones propias de un individuo que se siente injustamente tratado por el universo, el pequeño infante habrá aprendido, como el roedor de la jaula, a evitar una situación en particular para no sufrir sus desagradables consecuencias.
Pero gracias a la impresionante complejidad de su cerebro en desarrollo, el rapaz procesará la información del incidente de forma mucho más completa y sofisticada. Así, podrá diferenciar un recipiente caliente de uno frío, una gaseosa burbujeante de la leche en ebullición, y el fuego real de una imagen del fuego.
Incluso será capaz de resumir el Primer Principio de la Termodinámica diciendo: "Etá tuto. Pema".

En resumen, el niño habrá adquirido la invaluable capacidad de relacionar una causa (líquido hirviendo) con una consecuencia (quemadura) que se produce a través de un acto (tocar el recipiente que contiene el líquido hirviendo, o el líquido mismo).

Cuando el niño se convierte en adulto , las situaciones en las que se ve envuelto y las motivaciones que lo impulsan para actuar de determinada manera no son tan simples y sus consecuencias no son tan evidentes ni inmediatas. 
Pero es de esperar que salvo que tenga daño cerebral o una inusual afición al padecimiento, un adulto aprenderá a no repetir las mismas acciones que en determinadas situaciones lo llevaron a sufrir consecuencias desagradables. 

Dicho todo esto, si un ratón, un niño y un adulto tienen un comportamiento perfectamente lógico y pueden relacionar según sus capacidades causas y consecuencias, ¿qué es lo que sucede con una sociedad que repite una y otra vez las mismas acciones que la han llevado a sufrir consecuencias que la han puesto al borde de la desaparición en varias oportunidades y no puede reconocer la pauta y su desarrollo?

¿Por qué, si esas mismas causas han provocado parecidas consecuencias en cada lugar y período de la historia en las que se han producido, una sociedad puede esperar que aplicadas a su caso el resultado sea diferente?

¿Cómo es que los argentinos no podemos hacer lo que un ratón?

Buenas noches.


5 comentarios:

El Lurker dijo...

Mis explicaciones para el triunfo del kirchnerismo son 2 que se complementan

Gran parte de la sociedad se siente agradecida y en deuda con el kirchnerismo por la guita que reciben del Estado.
Los millones de nuevos jubilados que no habían hecho aportes, los millones que reciben la asignación universal por hijo, y los nuevos empleados públicos, que también son legión y la mayor parte del crecimiento del empleo en los últimos años.


Después, están los progres de clase media, ex votantes del FREPASO, que votan al gobierno por cosas como el juicio a los milicos, la ley de medios, el matrimonio homosexual, y la ley de identidad de genero.

Ya con esos 2 grupos, tenés tal vez no al 54% pero sí a más del 40%.

Hay millones de Argentinos que se dan cuenta de lo que decís, son los que compran dólares aunque sea de a 100 o 200 por mes. Hay muchos argentinos que se dan cuenta de que la situación económica es insostenible.

Pero en los 2 grupos que mencioné antes, los progres piensan que si un presidente hace un ajuste es porque es un tipo malo y no porque no hay guita, y los pobres, son pobres.

JorgeF dijo...

Bugman el asunto con los ratones argentinos es que aunque el castigo siempre es el mismo, el incentivo cambia según las tendencias del consumo y de la moda. Además los especímenes locales condimentan el ensayo con elementos intangibles como "soberanía", "patriotismo", "anticolonolialismo", y con eso se autojustifican para electrocutarse por un fin superior.

carancho dijo...

Tenemos menos cerebro que un ratón?
Bueno, viendo lo que elegimos para gobernarnos, la respuesta es afirmativa.

Bugman dijo...

El lurker, de acuerdo con lo suyo. Pero no deja de ser llamativo que en el fondo siempre caemos en lo mismo, llámese kirchnerismo, alfonsinismo, o lo que sea.

Jorge F, soy partidario de que cada uno se electrocute como mejor le plazca, pero que no me obliguen a mí a poner los deditos en el enchufe.

Sandra, ¿le quedó algo de queso?

carancho dijo...

Don Bugman, soy muy glotona, lo siento... En la pròxima ratonera le dejo a usted, lo prometo.