Subite al curro

La empresa Global Infrastructure fue la cabeza del consorcio que ganó la licitación para administrar y controlar el sistema de la bendita tarjeta SUBE, panacea de todos los males del transporte argento.

Que sea una empresa británica a la que el mismo gobierno que hace gala de un nacionalismo masturbatorio furioso le da un contrato tan crítico como este es lo de menos.

Lo que no es para menospreciar es que haya ganado la licitación a pesar de que otra empresa había hecho una propuesta que era 10 millones de dólares más barata.

O que se haya llevado el contrato a pesar de haber sido constituída recién a los tres meses de que se lanzara la licitación para la SUBE.

O que su domicilio fiscal sea una oficina virtual en Londres alquilada a 60 dólares al mes y que no cuente con domicilio alguno en la Argentina.

O que la correspondencia vaya a un estudio de contadores en un pueblito de morondanga (con perdón de la gente de Bicester, que probablemente sea decente como el que más) perdido en el medio de la campiña inglesa.

O que el mentado estudio de contadores funcione en el primer piso de un edificio cuya fachada está ocupada por una peluquería, y en donde no hay ni un puto cartel que diga "Global Infrastructure".

Lo único que falta es que Vandenbroele figure en el directorio, como para completar el grotesco absoluto. O que las acciones las tenga todas (y sin saberlo) algún jubilado que tiene que optar entre remedios o comida porque la ANSES se podrá fumar la plata en planes de vivienda a insolventes y en fóbal, pero tiene miedo a quebrar si la usa para atender al sistema previsional.

Un buen paso para salir de este mal que nos aqueja debería ser mandar a la mierda, en ordenada y prolija formación, a todos los que para defender al régimen cleptocrático, frívolo y demencial de la Vaca Estúpida meneen la muletilla de "la corrupción de la década menemista". 

Como mínimo. Y para empezar.