“The insolence of office, and the spurns
That patient merit of th' unworthy takes”
(Del monólogo de Hamlet, Acto III. Escena I)
Este post lo escribo por tres razones. La primera es para refutar un libro que recientemente público la profesora Mónica Echeverría sobre Pinochet y sus excesos, titulado “Insaciables”. El libro mencionado “versa sobre la ambición sin límites de la familia del extinto dictador Augusto Pinochet”.Ella fue la misma que antes había publicado un libro difamatorio sobre Miguel Krassnoff, en repuesta del éxito rotundo que ha sido el libro ‘Prisionero por servir a Chile”. Después de todo, está emparentada con la documentalista terrorista. ¿Por qué no hablamos de los excesos de Salvador Allende? Por cierto, no me refiero a los excesos políticos, sino la vida sibarítica que tenía el agente provocador. La segunda razón, es que no entiendo como alguien puede estimar a Allende, si debido él todavía la Izquierda perpetúa el odio entre las nuevas generaciones de su lado nacidas a fines y después de la Guerra Fría, que no tiene idea del horror del comunismo. El mencionado forista que frecuentaba el blog Chileliberal y el blog de Hermógenes , no le gusta Pinochet por los así llamados ‘derechos humanos’. Con todo, el Presidente de la Unidad Popular tan estimado por él fue acusado por la Cámara de Diputados por violar la mayoría de los derechos humanos. Él sabe que cuando la Izquierda habla ‘de la violación de los derechos humanos’ se refiere al combate del terrorismo o guerrilla. Tal forista, sin embargo, no ofrece una solución para haber combatido a la guerrilla. O sea, Pinochet lo desprecia porque violó los derechos humanos y no puso límites a las agencias de seguridad, y a Allende que violó la mayoría de nuestros derechos, lo estima. En realidad, no entiendo. Aún se cree el cuento de que el presidente socialista que fue sobrepasado por su propio partido y el Mir, cuando el propio líder de la UP sobrepasó la Constitución y la ley. La razón, es la última novela de Roberto Ampuero.
El periodista James Whelan, autor "Desde las cenizas" escribe sobre Allende: “Durante la mayor parte de su vida adulta posó como el campeón de los oprimidos, pero nunca cesó en la búsqueda de los placeres físicos y sensuales para sí mismo. Durante la mayor parte de su vida de casado vivió con su mujer y tres hijas en una casa de dos pisos, de estuco rosado, ubicada en la calle Guardia Vieja, en un sector de buen tono de Providencia, en Santiago. La pareja tenía a su servicio a una empleada, una cocinera y un chofer. Los Allende también tenían una casa, pequeña pero bonita, junto a la playa y justo en la bahía en uno de los terrenos más valiosos de Algarrobo, que es un pueblecito de pescadores y balneario preferido por las familias selectas de Santiago. (El pueblecito pudo mantener su encanto principalmente porque no se podía llegar hasta ahí por medios de transportes públicos) La casa de los Allende estaba al otro lado del camino, casi frente del club de yates de Algarrobo, que era más famoso más bien por sus cualidades marineras que por tamaño y opulencia de los barcos”. Según el periodista norteamericano, Allende quería dar la impresión de un ávido yatista, sin embargo, se le recuerda “como un navegante apático que jugaba con su botecito más por escapismo que por amor al mar”. Ahora bien, ya que en el senado, donde él era presidente de esa cámara a cada rato lo provocaban por el yate, en un arrebato de ira dijo en 1968: “velero con capacidad para cuatro personas, que ni siquiera tiene motor de borda. Sin embargo, para algunos, es un transatlántico”.
Después Allende abandonó la casa de Algarrobo y prefirió su refugio en El Cañavelar, “un refugio escondido en el Arrayán, al pie de los Andes, hacia el este de Santiago”. Esta extensa propiedad la había comprado su amante, Mirian Contreras Bell (La Payita). Agrega:“Una vez que Allende llegó a la Presidencia, se rodeó de una riqueza y esplendor nunca antes visto en el austero Chile: automóviles, casas, banquetes y ropa fina en forma extravagante. (Después de su muerte en 1973, se encontraron, un solo closet, 40 trajes de alto precio.) Su reputación de bon vivant creció hasta tal punto que se decía que él podía identificar la marca del whisky escocés al primer trago, aunque su preferido era el fino (muy caro) Chivas Regal”. Con todo, marzo de 1972, Allende diría que bebía whisky para las ocasiones especiales. El periodista norteamericano agrega: “De hecho lo bebió hasta el último momento de su muerte”. El forista Hunter que con frecuencia comenta en nuestros blogs, ha dicho siempre que Allende la pasaba borracho. La cita que he mencionado, me recuerda que en una entrevista que la historiadora Patricia Arancibia Clavel le realizó al ex capitán de Navío, Richard Kelly, quien fue el hombre que introdujo a los ‘Chicago Boys’ en el Gobierno Militar. Él cuenta que cuando fue a la casa de El Cañaveral, le causo, por así decirlo, vergüenza ajena lo que encontró en ese lugar. Por cierto, no se refería a las armas halladas, sino al lujo que contrastaba con la carestía y el racionamiento que existía en el país.
En el mismo capítulo, Whelan cita las palabras de un periodista británico que lo siguió Allende en su campaña de 1964, escribe: “Para presentarse en tierras de campesinos, por donde acaba de pasar su campaña, elige usar un cortaviento de plebeyo. No es un hombre del pueblo. Le gustan las comodidades burguesas a las que se acostumbró en su juventud. Mandó a sus hijas a colegios ingleses…”. La última cita es importante por dos razones. La primera, es que hay una anécdota de que cuando Allende después de visitar una población de Santiago recogió a una pobladora para llevarla más cerca del centro. En un momento, el auto paro y Allende se cambió el overol por el traje. La pobladora que había votado por él, se sintió algo así como defraudado. De hecho, en ‘La Tercera’ hace tiempo, a propósito de que noticia sobre Allende, la hija de la pobladora contó esa historia. La segunda razón estriba en que el actual senador Isabel Allende defiende la educación pública que le gusta a Vallejo.
En la última novela de Roberto Ampuero, ‘El último tango de Salvador Allende’
, “escribe sus vivencias junto al singular mandatario que gusta del Chiva's Regal y las corbatas de seda, mientras lucha por la causa de los pobres”, desligándolo de la política. El propósito de Ampuero es mostrar un Allende más humano. Se puede ser millonario, tener una vida extravagante de playboy como el personaje de Batman y ayudar a los pobres. Y en efecto, no tener ninguna contradicción. Además, cuántos millonarios han surgido de su condición de pobre. ¿Y que los saco de la pobreza? Por cierto, no fue la ayuda del Gobierno, sino la ambición. Los motivadores norteamericanos, como Napoleón Hill, Og Mandino, entre otros destacan la ambición para salir adelante. Desde luego, respetando los derechos individuales.
El actual embajador en México, Ampuero repite a través de un personaje que Allende se vio superado por la Izquierda y la Derecha :"Lo cierto es que (Allende) ya perdió el control del país por la desobediencia civil de la derecha, la escasez y el mercado negro, la presión de Nixon y las exigencias de la ultraizquierda de profundizar el proceso y armar al pueblo. Mientras la oposición de centro y derecha exige la intervención militar, la de ultraizquierda reclama armas para imponer el socialismo". O sea, Allende es inocente. Las palabras y sus actos que él hizo antes y durante su mandato refutan esa visión idílica del ex mandatario socialista. Se trata de mantener el mito. Sus propias palabras que uno encuentra en la red lo refutan, que el Estado de Derecho era tal cosa, que los periodistas no deben buscar la verdad y que no es Presidente de todos los chilenos como sus actos.
Roberto Ampuero se parece al forista mencionado al principio: "Fui hasta allí y me impactó ver los nombres de las víctimas grabados en la piedra y contemplar sus rostros en fotografías, ver celdas de tortura y aquello que fue borrado para no dejar huellas, pero que sigue latiendo. Me hizo recordar mis visitas a campos de concentración nazi y a las prisiones de tortura política de Alemania del Este y la ex Unión Soviética. La condena a la represión por parte de un demócrata auténtico debe ser pareja, sin doble estándar: No hay represión justificable ni en nombre de la seguridad nacional ni en nombre de la utopía social. Un demócrata auténtico condena toda dictadura, sea de izquierda o derecha”. Él se refiere al Parque de la Paz Villa Grimandi, que fue un centro de detención donde tenía a los terroristas. Ahí le sale al ex comunista su remanente de Izquierda, pues los que asesinaban indiscriminadamente eran los nazis y comunista a diferencia de la doctrina deseguridad nacional que se abocó a la lucha contra la guerrilla, quienes a su vez, como eran comunistas no discriminaban entre civiles y militares. Se entiende la comparación obscena de la ex presidenta, Bachelet, ayudista del FPMR con la niña judía Ana Frank.
Luego de leer el libro de Ampuero, el escritor mexicano y director de la Editorial Clío, Enrique Krauze , quien fue amigo del poeta y crítico Octavio Paz, concluye diciendo en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara que: “Allende, en este libro de Ampuero, es presentado como un liberal”. Tal talante liberal que presidió las OLAS, ayudó a los sobrevivientes de la aventura del guerrillero argentino en Bolivia, se declaró marxista leninista, admiraba a Ernesto ‘Che’ Guevara, Hồ Chí Minh y al dictador Fidel Castro. Con todo, Allende, según Whelan, sentía que Castro no lo apreciaba. Y algo que no sabía el periodista norteamericano, autor "Desde las cenizas", es que Allende, además de las cosas mencionadas era agente pagado de la KGB. El ex presidente socialista estableció contacto con el servicio de inteligencia soviético en 1953. Se le destino 50.000 dólares de la época para su uso personal una vez que llegó a la presidencia de la nación. En 1971, el Politburó le asignó 30.000 dólares más "con el objetivo de solidificar la relación de confianza". Tan liberal el hombre. Según el ex senador Jonás Gómez Gallo y amigo del presidente socialista: “Allende no era marxista; era socialdemócrata”. Así que era socialdemócrata.
En una entrevista dada a ‘El Mercurio de Santiago”, Ampuero dice que renunció a su militancia comunista en La Habana por 1986 "porque no quería para mi país ni el régimen de Pinochet ni el socialismo real". Sin embargo, si fuese un intelectual honesto, hace tiempo hubiese observado que el Gobierno Militar surgió por el llamado del Acuerdo de la Cámara, que luego se fijo un itinerario para devolver la democracia. O sea, nunca pretendió perpetuarse en el poder indefinidamente como los sistemas comunistas.
Para escribir su novela, Ampuero tuvo visitar La Moneda y lo que cuenta es deplorable: "Visité los salones réplica de los que ocupó Allende. Están en el segundo piso de La Moneda. Allí uno encuentra esos espacios perfectamente puestos con muebles, teléfonos, lámparas, cuadros y fotografías de los años en que Allende fue Presidente. Está todo impecable. Se le guarda respeto a esas salas”.
Al “Quinto Gobierno de la Concertación” que salió electo con los votos de la Derecha, ni siquiera se le ocurrió devolver esas réplicas a la Fundación Allende, ni siquiera ponerle el nombre original del Salón Blanco, que ahora tiene el nombre del presidente socialista.
Demasiada reverencia, solemnidad y respeto para un hombre indigno, que ha sido lo peor que le ha pasado el país, que se ufanaba de decir “que no era el Presidente de todos los chilenos”.
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