12 de noviembre de 2018

Silencio

Estás en el campo de batalla de la Primera Guerra Mundial. Una pieza de artillería enemiga está disparando a tus líneas. Se están perdiendo vidas. Necesitas detener ese cañón, pero ¿cómo si no sabes dónde está? 

Este fue un problema constante al que se enfrentó el ejército británico en la Primera Guerra Mundial hasta que un equipo de científicos lo resolvió perfeccionando una técnica llamada medición de sonido. Se colocaron seis micrófonos en una curva detrás de las trincheras de la línea del frente y un soldado cerca de la línea del frente recibió un pulsador. 

Cada micrófono estaba conectado a un alambre delgado que se movía cuando detectaba un sonido. Cada uno de los seis cables proyectaba una sombra sobre una película en movimiento, con lo que quedaba “filmado” el sonido recibido por cada micrófono. Al ver el destello de un disparó, el soldado presionaba el pulsador, poniendo la película en movimiento.

Como la luz viaja más rápido que el sonido, arrancaba el dispositivo antes de que el sonido llegara a los micrófonos. Como los micrófonos se encontraban a distancias ligeramente diferentes del arma y captaban el sonido en instantes ligeramente distintos, dejando registros desiguales en la película fotográfica.

Una vez revelado el film, era posible medir el tiempo de retraso entre cada par de "blips". Ahora tenían información, pero aún necesitaban encontrar el arma. Para hacer esto, se empleaba un mapa montado en un tablero que mostraba las ubicaciones de los micrófonos. Entre cada par de micrófonos habría un alfiler, en el otro extremo del tablero, había cinco escalas de retardo de tiempo, una para cada par de micrófonos. Todo lo que tenían que hacer era conectar el alfiler entre cada par de micrófonos. El cañón enemigo estaría ubicado donde se cruzaban los tramos de hilo.

(Hat tip:  Imperial War Museum)

Abajo: la tira de película que muestra el instante final de la guerra, y el enmudecimiento de la artillería a las 11 hs del 11.11.18


2 comentarios:

carancho dijo...

No tenía idea. Interesante.

BlogBis dijo...

Yo tampoco carancho. Lo leí el día del armisticio, por eso lo traduje y publiqué