10 de abril de 2005

33 años atrás conocí a la Guerra Revolucionaria

1972. Yo cursaba segundo grado en el colegio que quedaba exactamente al lado de mi casa.
A la vuelta, entre los negocios del barrio, estaba el kiosco de diarios y revistas donde todas las semanas buscaba los indispensables Anteojito y Billiken, las revistas que en tonces eran la principal fuente de figuritas, láminas y material escolar, el kiosco Di Rico, justo enfrente de la sucursal del Banco de Londres. A unos metros, la despensa Tiyuca vendía los exquisitos chocolates Jack, que no se si eran tan ricos o eran los preferidos porque traían los muñequitos con los personajes de Hijitus.
La mañana del 10 de abril, mientras estábamos en el colegio atronaron el aire ráfagas de fuego de armas automáticas, gritos, frenadas, aceleradas, más gritos y enseguida sirenas, sirenas y un impresionante despliegue de policías y militares.
A menos de cincuenta metros del aula donde yo estaba, acababan de asesinar al General Juan Carlos Sánchez. Como "daño colateral" dos tiros de FAL atravesaron la espalda del kiosco llevándose la vida de la señora Dora Cucco de Araya, que atendía el puesto. El coche del General, con su chofer herido fue a estrellarse contra la puerta en la ochava del Restaurant Nuevo América, donde muchos domingos almorzabamos con mi familia.
Sánchez fue emboscado en esa esquina (Córdoba y Alvear) cuando partía desde su casa hacia la sede del Comando del Segundo Cuerpo de Ejército. Debe haber sido cerca de las nueve, o las diez de la mañana.
Todavía recuerdo la conmoción de aquel día. Mi barrio, mi escuela, casi mi casa, había sido escenario de un episodio de guerra. Los terroristas habían disparado fusiles automáticos en plena mañana en una esquina tan conocida, tan familiar, ahora llena de vidrios rotos, vainas servidas, chapas retorcidas y manchas de sangre.
El mismo día, era también asesinado Oberdan Salustro.

No se habían llegado a reparar los orificios de bala en las chapas de kiosco, apenas se habían enderezado las columnas metálicas del toldo de la esquina, chocadas por el auto de Sánchez, cuando los responsables que habían sido detenidos y juzgados fueron amnistiados por el gobierno de Cámpora.

El quiosco Di Rico aún existe. Pudorosamente fue mudado de sitio, a unos cincuenta metros del lugar donde cayó la señora Cucco. Ahora está justo contra la fachada del colegio, borrando toda memoria de aquel suceso. No hay una placa, un indicador, nada que señale el lugar en que fue asesinado el militar de más alto rango caído en acciones terroristas.
No importa. Yo sé que aquel día, hace 33 años conocí cual era el camino al "mundo mejor" que prometían los jóvenes idealistas: una ráfaga de 7.62 disparada sin aviso, en una esquina cualquiera.


2 comentarios:

Louis Cyphre dijo...

Impresionante; ayer un amigo me decía que mucha gente en Argentina está empezando a hablar de que éste es un gobierno de ocupación, tal vez no en esos términos, pero eso es lo que quieren decir en el fondo. ¿cómo termina todo esto?

Anónimo dijo...

Muy buen post Rubén. Pueden cambiar la historia oficial, pero cada uno guarda bien su verdad y su historia, aunque nos quieran convencer.

Martín Alfonso