En 1852, inmediatamente después de la batalla de Caseros, Urquiza cumplió su promesa de poner manos a la obra para disponer de una constitución a la brevedad. Un año después, en Santa Fe se proclamaba la Constitución Nacional, creada sobre las bases de Alberdi.
Después de dos décadas de tiranía, y ante la permanente amenaza de conflictos que amenazaban la vigencia constitucional se incorporó el artículo 21º: “Todo ciudadano argentino está obligado a armarse en defensa de la patria y de esta Constitución, conforme a las leyes que al efecto dicte el Congreso y a los decretos del Ejecutivo nacional…” un artículo que en ese sentido tiene claramente la misma significación que la segunda enmienda de la constitución norteamericana.
Hay quien opina que su inclusión la pidió Mitre, para preservar la capacidad bélica de su provincia, sin embargo no corresponde a las reformas del 60 y sí al texto original, dictado en 1853 cuando Buenos Aires había ejercido su derecho a secesión. La idea de la defensa constitucional, en manos ciudadanas es claramente uno de los principios fundacionales del modelo alberdiano.
Con ese modelo en marcha desde el 53 hasta 1930 la República creció ininterrumpidamente, para ser en alguna época considerado el país “llamado a rivalizar en su día con los Estados Unidos de América”.
En aquellos años se estableció un sistema de ciudadanos-soldados que en parte copiaba la doctrina suiza. Los ciudadanos además de prestar servicio militar obligatorio (luego de ley Ricchieri de 1901) debían mantenerse prácticos en el uso de armas. No es casual que en todo el país existan diseminadas ruinas de lo que fueron diversos clubes de Tiro Federal (“Aquí se aprende a defender a la Patria”) que en su emblema ostentaban originalmente una cruz celeste, fácilmente asociable a la cruz helvética, de las Sociedades de Tiro Suizo que los inspiraron.
Los estudiantes que aprobaran las “condiciones de tiro” podían automáticamente aspirar a oficiales de reserva, y hacer un servicio militar de sólo tres meses. El manejo del Mauser fue en algunas épocas, una materia más de las escuelas secundarias.
En 1930 empezó la debacle de ese país. Las Fuerzas Armadas se desnaturalizaron en su misión, patearon el tablero de las instituciones y ya nunca nada funcionó igual. 13 años después otro golpe militar profundizó la ruptura con los principios fundacionales, instaurando la semilla de un recurrente sueño corporativo. Lo que sigue es historia conocida. El propio Jauretche (tan apreciado por algunos) puso su grano de arena. En su obra “Manual de zonzeras argentinas”, un compilado de falsedades y lugares comunes, le dedica justamente su Zonzera Nº40 a la instrucción de tiro. “El Tiro Federal nos sugiere una democracia con olor a tambo, república ideal donde cada ciudadano es a la vez soldado y relojero y no tira papelitos a la calle.” Una imagen que la Nueva Argentina ya no podía darse el lujo de tolerar.
Redondeaba Jauretche “Para defender la Patria es conveniente saber tirar, pero imprescindible saber quién es el enemigo, lo que empieza sabiendo qué es la Patria y esta no es tarea del Tiro Federal. Esta es la tarea de la escuela, del libro, de la prensa oral y escrita, en una palabra, de los medios tendientes a la formación del pensamiento de los argentinos”. Después vinieron años negros, el terrorismo y –valga la redundancia- todo se subvirtió. Los ciudadanos escondieron sus armas, para no ser confundidos con esa marea mesiánica que pretendía llevarse puestas las instituciones, ni por un estado que salió a cazar enemigos a tontas y a locas.
Cuando volvió la tranquilidad nada fue igual. En lugar de aquel orgullo por la destreza en el manejo de las armas quedó casi un sentimiento vergonzante.
Nos quedamos sin Tiros, sin ciudadanos soldados, pero si a cambio logramos prensa y medios, que sistemáticamente se empeñan en señalar “enemigos”. El sueño se cumplió pero a cambio quedamos absolutamente indefensos. Como país y como ciudadanos.
En vez de aquellos ciudadanos-soldados-relojeros, quedamos nada más que votantes-manejados-víctimas.
El manejo de armas, el sólo contacto con ellas no sólo es apreciado sino que es aborrecido. Desde organizaciones tan elogiadas como la Red Solidaria, que surgió para ayudar a los abandonados, a los desposeídos del país que competiría con Estados Unidos, hoy se predica que es “grave e inestable” que haya armas en manos de la población civil.
No queda nada, nada de aquel país de 1853. Mientras crecen las amenazas a los ciudadanos, crece el riesgo de que se extinga lentamente también el ordenamiento constitucional que le dio origen. Por de pronto esta acá nomás la posibilidad de que lo que dispone el artículo 21º de la constitución sea sólo letra muerta. Será entonces el momento en termine de demostrarse que con la prensa y con los medios, no alcanza para defender nada. Pero entonces, seguramente va a ser muy tarde para revertir las cosas.
Con ese modelo en marcha desde el 53 hasta 1930 la República creció ininterrumpidamente, para ser en alguna época considerado el país “llamado a rivalizar en su día con los Estados Unidos de América”.
En aquellos años se estableció un sistema de ciudadanos-soldados que en parte copiaba la doctrina suiza. Los ciudadanos además de prestar servicio militar obligatorio (luego de ley Ricchieri de 1901) debían mantenerse prácticos en el uso de armas. No es casual que en todo el país existan diseminadas ruinas de lo que fueron diversos clubes de Tiro Federal (“Aquí se aprende a defender a la Patria”) que en su emblema ostentaban originalmente una cruz celeste, fácilmente asociable a la cruz helvética, de las Sociedades de Tiro Suizo que los inspiraron.
Los estudiantes que aprobaran las “condiciones de tiro” podían automáticamente aspirar a oficiales de reserva, y hacer un servicio militar de sólo tres meses. El manejo del Mauser fue en algunas épocas, una materia más de las escuelas secundarias.
En 1930 empezó la debacle de ese país. Las Fuerzas Armadas se desnaturalizaron en su misión, patearon el tablero de las instituciones y ya nunca nada funcionó igual. 13 años después otro golpe militar profundizó la ruptura con los principios fundacionales, instaurando la semilla de un recurrente sueño corporativo. Lo que sigue es historia conocida. El propio Jauretche (tan apreciado por algunos) puso su grano de arena. En su obra “Manual de zonzeras argentinas”, un compilado de falsedades y lugares comunes, le dedica justamente su Zonzera Nº40 a la instrucción de tiro. “El Tiro Federal nos sugiere una democracia con olor a tambo, república ideal donde cada ciudadano es a la vez soldado y relojero y no tira papelitos a la calle.” Una imagen que la Nueva Argentina ya no podía darse el lujo de tolerar.
Redondeaba Jauretche “Para defender la Patria es conveniente saber tirar, pero imprescindible saber quién es el enemigo, lo que empieza sabiendo qué es la Patria y esta no es tarea del Tiro Federal. Esta es la tarea de la escuela, del libro, de la prensa oral y escrita, en una palabra, de los medios tendientes a la formación del pensamiento de los argentinos”. Después vinieron años negros, el terrorismo y –valga la redundancia- todo se subvirtió. Los ciudadanos escondieron sus armas, para no ser confundidos con esa marea mesiánica que pretendía llevarse puestas las instituciones, ni por un estado que salió a cazar enemigos a tontas y a locas.
Cuando volvió la tranquilidad nada fue igual. En lugar de aquel orgullo por la destreza en el manejo de las armas quedó casi un sentimiento vergonzante.
Nos quedamos sin Tiros, sin ciudadanos soldados, pero si a cambio logramos prensa y medios, que sistemáticamente se empeñan en señalar “enemigos”. El sueño se cumplió pero a cambio quedamos absolutamente indefensos. Como país y como ciudadanos.
En vez de aquellos ciudadanos-soldados-relojeros, quedamos nada más que votantes-manejados-víctimas.
El manejo de armas, el sólo contacto con ellas no sólo es apreciado sino que es aborrecido. Desde organizaciones tan elogiadas como la Red Solidaria, que surgió para ayudar a los abandonados, a los desposeídos del país que competiría con Estados Unidos, hoy se predica que es “grave e inestable” que haya armas en manos de la población civil.
No queda nada, nada de aquel país de 1853. Mientras crecen las amenazas a los ciudadanos, crece el riesgo de que se extinga lentamente también el ordenamiento constitucional que le dio origen. Por de pronto esta acá nomás la posibilidad de que lo que dispone el artículo 21º de la constitución sea sólo letra muerta. Será entonces el momento en termine de demostrarse que con la prensa y con los medios, no alcanza para defender nada. Pero entonces, seguramente va a ser muy tarde para revertir las cosas.
argenblogs
1 comentario:
Muy buen post, Rubén. me gusta mucho los datos que das en tus posts, me sirve para aprender muchos datos que no sabía, muy interesantes.
Lo que comentas es otro aspecto de nuestro paso de ciudadanos a clientes políticos y de clientes (en las demás transacciones de la vida) a usuarios. Es decir, nos convertimos en ciudadanosm de segunda. Eso si, con alegría.
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