Entre ayer y hoy atravesé en diagonal lo más representativo de la Pampa Húmeda. Cuatrocientos y pico kilómetros de ida, otro tanto de vuelta, surcando un mar verde en el que navegan cosechadoras y tractores, y donde miles de camiones van y vienen trayendo el cereal al puerto.
Un mar verde con pueblitos y ciudades intermedias, como islitas civilizadas y donde aparecen plantas de silos como ominosos islotes metálicos recortándose en el horizonte verde esmeralda.
Hace 150 años, no había nada de eso. Nada.
Apenas una planicie improductiva, llena de pasto.
Hizo falta la organización política que aseguró la constitución del '53, el río de inmigrantes gringos, y un poco de paz interior para que la pampa se pusiera a trabajar.
Ahora, uno ve ese panorama y no puede dejar de preguntarse para qué.
Otro país es posible, uno donde el esfuerzo de los que laburan la tierra, y empujan al estado regalándole divisas tengan lo que realmente merecen, y no el adefesio de país que hemos construído en los últimos setenta años.
Espero que no haya que esperar otros 150 años.
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