Gesto no es gobierno

Alguien ha hecho creer a muchos argentinos que la política es una colección de gestos.

No es algo nuevo, sino que ahora se ha institucionalizado, en un medio donde las ideas faltan, todo se resume a coleccionar gestos.

Según esa mecánica, dar una charlita de 40 minutos para un público escuálido en algún aula famosa te asigna prestigio académico. Método usado no solo por la primera dama, sino por mucho político ausente de brillo intelectual que encuentra en auditorios reclutados un lustre inexistente.

La que parece que ha sufrido más la teoria del gestismo es la política exterior. Como se sabe que el FMI es malo, malo, malo, le pagamos todo lo que le debemos y cash. Pero el gesto es ir y proponer que se lo cambie de arriba a abajo.

Como se juega a ser anticapitalista, y hasta un poquito a ser outsider del sistema, el gesto es dejar que un delincuente como D'Elía marque las políticas de Estado. Los hechos no importan.

El paradigma que marca la fe inquebrantable en el gesto, fue la historia de la campana tocada en Wall Street. El apretar el botoncito de la NYSE convierte al presidente gestista en un defensor a ultranza del capitalismo y el libre mercado. No importan controles de precio, intervenciones en el mercado, fijación de tarifas ni nada. Esos no son gestos, son hechos, y los hechos no cuentan.

Lejos de la mirada de los medios que celebran cada guiño del poder, el gobierno en un gesto hacia Estados Unidos le acaba de conceder la Orden del Libertador San Martín (gran cruz) al embajador Walsh. En otro gesto, le conceden la misma en grado de Gran Oficial a Patricia Derian, ex Secretaria de Estado de Derechos Humanos. Mientras tanto, en los hechos, en lo que acá nadie mira y cree que no importan, el gobierno le da su apoyo a Hugo Chávez para llegar al Consejo de Seguridad, donde anuncia se va a dedicar a oponerse a Estados Unidos.

Lástima que los demás no comparten la teoría oficial, y son tantos los que responden a lo concreto y lo tangible.