Sin embargo, me pareció mejor colocarlos aquí, porque creo que son una brillante adición. Como sería brillante tener a José Manuel en el staff de BlogBis, no?
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Interesante tu punto de vista y tus consideraciones, Carlos.
Cuando la Corona española dejó de poder ejercer la soberanía por haber sido secuestrados sus titulares (la farsa de Bayona en la primavera de 1808), los españoles peninsulares se encontraron con un vacío de poder que trataron de colmar mediante dos métodos. El primero, conferir autoridad autocrática a aquellas autoridades que habían sido nombradas por la Corona (o por oficiales delegados de la Corona), y eran por tanto legítimas. El segundo, nombrar una nueva autoridad autocrática que respondiera ante el pueblo del que emanaba el consentimiento (al menos tácito) para la existencia de tal autoridad.
Lo primero era preferido por los oficiales del Antiguo Régimen, pero tenía el inconveniente de que por ese camino surgieron autoridades autocráticas y vecinas, con el consiguiente conflicto de competencias. Esto llevó a derrotas como la de Medina de Rioseco: dos generales, cada uno con su ejército, y cada uno responsable ante una autoridad distinta.
Lo segundo era preferido por los liberales y revolucionarios por ser más "democrático", pero tenía el inconveniente de que carecía de apoyo legal ya que estas "nuevas autoridades" no podían alegar que las leyes o previsiones del reino, aun en caso de grave crisis, les dieran fundamento. Y por ello hubo no pocos que se negaron a obedecer.
Pero en cualquier caso a nadie se le ocurrió que secesionar un trozo de España fuera algo para lo que estuvieran legitimados. Porque no eran mas que soluciones transitorias; por encima de unos y otros se procuraba restablecer la autoridad de la Corona, íntegra, con su titular al frente.
Esto es lo que en el fondo querían los realistas que pelearon a favor del Rey en América. Por contra, los independentistas no querían ya ninguna relación con la Corona, por lo que tampoco podían alegar que les valía la distribución territorial que la misma Corona había hecho. Si, además, se tiene en cuenta que en el régimen político anterior era absolutista, no podía siquiera recurrirse a la "voluntad popular", porque ésta no tenía cauce para expresarse: ni comicios ni autoridades electas.
Hasta donde sé de la Revolución de Mayo en Argentina, esto fue lo que se planteó en el cabildo abierto de Buenos Ayres de 1810. Y en definitiva, lo que salió de allí fue la decisión de abolir el marco legal de la monarquía, con lo que la contrapartida era que automáticamente cualquier autócrata o cualquier autoridad revolucionaria decidiera actuar como les viniera en gana. Incluso fijando los límites de una nueva nación. Puesto que los virreinatos no habían atendido a diferencias étnicas ni a barreras geográficas naturales, no sólo no estarían atados por la ley, sino tampoco por la costumbre. De aquí, entiendo yo, surgen los problemas que tuvo Argentina para construirse como nación.
Pero también pienso que este proceso se ha prolongado en el tiempo. Hasta la fecha. En aquellas naciones donde no se ha asentado una república (entendiendo por tal el Estado de derecho y la legalidad constitucional), o donde la república era destruida cada tantos años (con la excusa de una reforma constitucional las más de las veces), la autoridad de las nuevas "naciones" se basaba y se basa, o en un autócrata (tanto me da que sea un dictador o un grupo oligárquico; como nos enseña la historia de la República romana, y describió Orwell, tanto da uno o ciento ejerciendo la autocracia) o en un permanente proceso revolucionario que nunca llega a cuajar en una fundación nacional, o, dicho de otro modo, en el establecimiento de una república. Si a esto le sumamos la pasión nacionalista el desastre está listo para ser exportado a los vecinos.
Razón ésta por la que, dicho sea de paso, yo soy monárquico (hay otras razones, claro). En todo caso puede invocarse la autoridad superior de la Corona para asentar las cosas. Como pasó en España en 1977-78, o en el Japón del emperador Meiji. Claro que también, si te toca un monarca inepto, débil o que él mismo sea el autócrata, no hay cauce para la república sino es mediante un cambio de régimen, casi nunca pacífico, o mediante una revolución. Como sucedió en España a partir de 1814 o le pasó al emperador Showa en el Japón de los años 30.
Lo primero era preferido por los oficiales del Antiguo Régimen, pero tenía el inconveniente de que por ese camino surgieron autoridades autocráticas y vecinas, con el consiguiente conflicto de competencias. Esto llevó a derrotas como la de Medina de Rioseco: dos generales, cada uno con su ejército, y cada uno responsable ante una autoridad distinta.
Lo segundo era preferido por los liberales y revolucionarios por ser más "democrático", pero tenía el inconveniente de que carecía de apoyo legal ya que estas "nuevas autoridades" no podían alegar que las leyes o previsiones del reino, aun en caso de grave crisis, les dieran fundamento. Y por ello hubo no pocos que se negaron a obedecer.
Pero en cualquier caso a nadie se le ocurrió que secesionar un trozo de España fuera algo para lo que estuvieran legitimados. Porque no eran mas que soluciones transitorias; por encima de unos y otros se procuraba restablecer la autoridad de la Corona, íntegra, con su titular al frente.
Esto es lo que en el fondo querían los realistas que pelearon a favor del Rey en América. Por contra, los independentistas no querían ya ninguna relación con la Corona, por lo que tampoco podían alegar que les valía la distribución territorial que la misma Corona había hecho. Si, además, se tiene en cuenta que en el régimen político anterior era absolutista, no podía siquiera recurrirse a la "voluntad popular", porque ésta no tenía cauce para expresarse: ni comicios ni autoridades electas.
Hasta donde sé de la Revolución de Mayo en Argentina, esto fue lo que se planteó en el cabildo abierto de Buenos Ayres de 1810. Y en definitiva, lo que salió de allí fue la decisión de abolir el marco legal de la monarquía, con lo que la contrapartida era que automáticamente cualquier autócrata o cualquier autoridad revolucionaria decidiera actuar como les viniera en gana. Incluso fijando los límites de una nueva nación. Puesto que los virreinatos no habían atendido a diferencias étnicas ni a barreras geográficas naturales, no sólo no estarían atados por la ley, sino tampoco por la costumbre. De aquí, entiendo yo, surgen los problemas que tuvo Argentina para construirse como nación.
Pero también pienso que este proceso se ha prolongado en el tiempo. Hasta la fecha. En aquellas naciones donde no se ha asentado una república (entendiendo por tal el Estado de derecho y la legalidad constitucional), o donde la república era destruida cada tantos años (con la excusa de una reforma constitucional las más de las veces), la autoridad de las nuevas "naciones" se basaba y se basa, o en un autócrata (tanto me da que sea un dictador o un grupo oligárquico; como nos enseña la historia de la República romana, y describió Orwell, tanto da uno o ciento ejerciendo la autocracia) o en un permanente proceso revolucionario que nunca llega a cuajar en una fundación nacional, o, dicho de otro modo, en el establecimiento de una república. Si a esto le sumamos la pasión nacionalista el desastre está listo para ser exportado a los vecinos.
Razón ésta por la que, dicho sea de paso, yo soy monárquico (hay otras razones, claro). En todo caso puede invocarse la autoridad superior de la Corona para asentar las cosas. Como pasó en España en 1977-78, o en el Japón del emperador Meiji. Claro que también, si te toca un monarca inepto, débil o que él mismo sea el autócrata, no hay cauce para la república sino es mediante un cambio de régimen, casi nunca pacífico, o mediante una revolución. Como sucedió en España a partir de 1814 o le pasó al emperador Showa en el Japón de los años 30.
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