Hay algo que se rompió en el país. Algo que parece que no va a tener un camio de arreglo fácil.
El jueves, cuando en todo el interior faltaba combustible y las rutas se paralizaban por las protestas de camioneros, en Buenos Aires todo seguía color de rosa , gracias a que el poder -oficial y privado- se peleaba para mantener la mise en scene de normalidad, mandando nafta y gasoil por barcaza a Capital donde los precios seguían -o siguen, no sé- siendo los que fijó la Secretaría de Energía.
No por nada hoy en Clarín, Ricardo Kirchbaum señala que "El levantamiento remeda al 2001 pero tiene lugar en el interior. Los propios gobernadores e intendentes no saben cómo acomodarse frente a este torrente que no reconoce canales orgánicos y que como toda creciente puede desembocar en una tragedia si no hay esfuerzos para yugularlo."
Buenos Aires sigue de joda, esperando que la malaria no le llegue al corazón de conurbano, pero en este lado del mundo está claro que algo se rompió. Tan claro que Binner que nunca fue ni un profeta ni un estratega de la política anuncia que "esta forma de gobernar está llegando a su fin"
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