Quien renuncia al ejercicio de su responsabilidad pierde buena parte de su libertad. Unos lo hacen por miedo a no saber administrar su libertad, porque a pesar de ser conscientes de la pérdida de parte de sus libertades se sienten cómodos bajo la marca “estado social de bienestar”. No se dan cuenta del veneno escondido en las entrañas del caramelo estatal porque antes de percatarse de lo que supone la pérdida de libertades individuales su voluntad de ser libres ya estaba atrofiada. Para otros en cambio, esa voluntad está viva, yo diría que es exuberante y nos obliga a rebelarnos contra la marca “estado social”, nos impide aceptar callados cualquier recorte en nuestra libertad. Al final, pero, terminamos perdiendo esas parcelas de libertad en contra de nuestra voluntad, abducidos por ley en la sopa colectiva. El mayor peligro para la libertad viene precisamente de aquél a quien se ha encomendado su protección: el estado. Ello nos debe llevar a la cuestión de cómo defendernos de los recortes en nuestra libertad que ilegítimamente nos impone el estado. Nos encontramos acaso ante la paradoja de necesitar el estado para defendernos del estado? Evidentemente, cualquier postura alejada de la revolución, el aislamiento, la insumisión o el enfrentamiento abierto supone aceptar la paradoja.
El “estado social de bienestar” institucionaliza, da carta de “existencia” a la imagen del hombre incapaz de resolver por sí mismo las dificultades que plantea la vida cotidiana, incapaz de actuar desde su propia responsabilidad asumida. Es por ello que el estado se ocupa fundamentalmente de proteger a los ciudadanos incapaces de las desgracias cotidianas mediante un sistema de seguridades público, regulado y obligatorio. Y no duda en presentárnoslo como una bendición, un logro en el camino hacia la felicidad de los humanos. El problema es que para ello nos convierte a TODOS en incapaces, en irresponsables subsidiarios o en supuestos irresponsables.
La propiedad privada es algo más que el agua bendita de la economía de mercado. No basta con dos isopazos para alcanzar perdones o beneficios. Es el elixir vital sin el cual no surge la chispa iniciadora, sin el que nada funciona. La propiedad sobre uno mismo y sus logros es la que nos permite tomar consciencia de la responsabilidad que se necesita para ejercer con ella nuestra libertad. Pero en esta Europa de políticas socialistas disfrazadas de sociales la meta es anular precisamente esta idea. Las ideas socialistas sólo son combatibles, pues son inmortales, como inmortal es la lacra de la pereza, base irrenunciable para que cualquier idea sea atractiva en nombre de la “felicidad de todos”. Vean las últimas intervenciones de Zapatero y sabrán de que les hablo. La pereza y la enajenación, la renuncia a la propia responsabilidad, que son en definitiva el humus en el que crecen los igualitarismos, la envidia disfrazada de “discriminación positiva” y la verdadera razón de ser de toda ideología colectivista: el totalitarismo por medio del favoritismo subvencionado. Por eso los socialistas, una vez entregada su responsabilidad atrofiada en manos del estado, sólo pueden vivir en un estado que le proteja, libre de sobresaltos y alejado de cualquier factor -alternancia política, por ejemplo- que pueda desestabilizar el limbo soñado.
El socialismo es un programa de enajenación, de embargo, de eliminación de la propiedad. Por ello es un sistema de represión de las libertades. Se disfraza de ecologismo, de seguridad social, de justicia impositiva, de pensiones y seguro de paro. Muchos no reconocen tras esas vestiduras la verdadera amenaza que supone entregarnos a lo fácil: nos convertimos en incapaces para solventar lo difícil, pasamos a depender del estado y pagamos la “protección estatal” con nuestra libertad. Si hubiese dicho lo mismo de la mafia nadie pondría peros. Pero amigos, levantar la voz contra el estado es levantarla contra todo aquel -y son muchos- que ha dejado atrofiar su voluntad de ser libres por dos migajas de “seguridad”.
8 comentarios:
Excelente!!!
Aplausos.
Sublime!
Gracias, ahora lo que hay que hacer es contárselo a los atrofiados. Ustedes no lo son :)
Es lo que tienen estas cosas: quien debe leerlo no lo hace, y quien lo lee no lo necesita.
Conozco mucha gente que lo leería y seguiría pensando (es un decir) exactamente las mismas cosas que antes. Es más, lo descartarían con desprecio.
Raúl
¡Muy buen post, Luis!
Sería bueno que muchos lo leyeran aunque coincido con Raúl pues el progresismo es un estado del alma difícil de vencer.
Luis, te copié unos párrafos y los envié a un diario, si te enterás ya sabés que te podes enojar conmigo.
Si me entablás demanda, desconozco todo y escondo esta computadora.
Un abrazo y gracias por ayudarnos a pensar.
Canzoneri, Claudio I.
Me habrás citado al menos no? ;)
No hay enfado, ya sabes, estas ideas son para compartir con todo el mundo, y cuantos más mejor.
un saludo!
Luis I.
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