24 de noviembre de 2008

Ojalá

Contó Verdasco, uno de los jugadores españoles del equipo de Copa Davis, que los insultos y provocaciones del público argentino durante el partido de dobles del sábado le dieron ánimo y fuerza para lograr el triunfo en momentos en que parecía que estaban por perder el partido

Por primera vez los argentinos encontramos el límite a nuestro estilo prepotente, fanfarrón y maleducado.

El estilo piqueteril que se viene instalando en el país hace varios años no ha encontrado límites fronteras adentro del país.

Lo que pasó el fin de semana en Mar del Plata muestra que con prepotencia y provocaciones no sólo no se llega muy lejos sino que es contraproducente en el mundo civilizado.

Ojalá muchos argentinos de bien tuvieran esa la sensación de valor y ánimo ante las actitudes irrespetuosas de muchos de sus compatriotas.

Ojalá la prepotencia de unos generara ánimos y valentía en otros, como le ocurrió a Verdasco.

Si ocurriera eso el país sería otro.

3 comentarios:

Ramon dijo...

Estaba lleno de zurditos y progres las tribunas de Mardel.

MarcosKtulu dijo...

Otra actitud muy argentina es poner excusas, en lugar de aceptar cuando otro te supera. Ayer marianito en la radio, antes del último partido, pero cuando ya se la veía venir, le echó toda la culpa a la irresponsabilidad De del potro de ir a Shangai. No puede aceptar que haya perdido en buena ley.

El enmascarado) dijo...

Sin perjuicio de lo que dijo Varlasco, creo que hay que sumarle la legítima cuota de orgullo personal en juego. Me explico. cuando Nadal anunció que no podía jugar la final, la prensa española escribió que el favorito pasaba a ser Argentina y empezaron a llorar preparándose para una eventual derrota. Les dió un ataque de Nadalitis "en achique" proporcional al agrande que tomó el nabo de Mancini y la prensa pedorra nuestra.

Parecía que habían decretado que los demás jugadores eran una bosta a la que Argentina le ganaba fácil y esto tiene que haberles dado por las verijas a los demás profesionales.

El orgullo es una característica histórica de los españoles que a veces los ha ayudado y, otras, los ha hundido. Esta vez creo que lo canalizaron bien y se rompieron el alma para demostrar que sin Nadal también podían ganar.

Mis felicitaciones a los justos ganadores.