8 de noviembre de 2008

Sus delicias son con los hijos de los hombres


Para mi obra 'Reflexiones de una judía rústica' (obvio, siempre estará en preparación), un recuerdo que a un ser muy sensible una vez conté, y algunas travesuras en Shabbāt:

...
En el recuerdo más antiguo que conservo yo debía tener 5 o 6 años.
Después de caminar por unos senderos en una finca que hasta entonces desconocía, me caí en un pozo.
Bueno, no era exactamente un pozo, sino más bien una hondonada.
Instantes antes, en el paseo, por primera vez había sentido a Dios.
La experiencia fue maravillosa, porque sentí su espíritu vagando como una suave brisa entre árboles y plantas extraños.
Impresionada por el episodio, me descuidé y caí.
Estuve un tiempo largo hasta poder salir.
Se lastimaron mis manos y mis rodillas.
No estaba sola.
Me acompañaba una amiguita un poco mayor que yo.
Ella se quedó como paralizada, inmóvil, y no pudo hacer nada para ayudarme.
El recuerdo involucra varios eventos.
La experiencia mística que tantas veces se repitió después, incluso en la actualidad.
El miedo absoluto -congelada- como un bloque de hielo.
Y la sensación indefinible de la soledad.
Soy aún aquella niña que se cayó en la hondonada después de sentir el espíritu de Dios.
Pero esa brisa mágica me ignoró.
Los colores cambiaron, el ambiente cambió, las hojas parecían mecerse mágicamente, pero a mí Él no me vió.
Supe entonces que yo tenía el extraño don de ver a Dios, pero que Él me iba a ignorar siempre.
Otras personas nunca consiguen ver a Dios, pero sienten que Él se ocupa de alguna forma de ellas.
Mi caso es al revés.
Ese recuerdo tan antiguo reproduce vívidamente un punto especial en mi historia.
No tengo idea lo que pasó antes.
La primer hoja de 'mi libro' comienza ahí.
Recuerdo y siento aún el olor, los colores, hasta los silencios de esa extraordinaria e indescriptible experiencia.
En el fondo todos los demás recuerdos posteriores son como una reproducción -aunque más compleja- de éste.
Como si en base a él se hubiera organizado mi vida completa.
Sigo caminando por los mismos senderos, rodeada de las mismas extrañas plantas.
Sigo cayéndome en una hondonada desgradable y hostil.
Sigo intentando salir de ahí por mis propios medios.
Sigo viendo a mi amiga estupefacta.
Sigo sintiendo el Espíritu vagando cerca, pero ignorándome.
Al respirar, recuerdo que intenté tomar algo de Él, aunque fuera una mínima parte, para llevarla conmigo.
No lo conseguí.
Inasible, próximo pero a la vez distante, todopoderoso pero frío e indiferente al mismo tiempo.
Nunca volví a ir a ese lugar, y no recuerdo siquiera donde queda.
Seguramente si alguien pasa por ahí y ve a una niña absorta caminando por un sendero rodeada de plantas extrañas, esa seré yo.
Y sentirá la brisa, pero posiblemente no se dará cuenta que ese es el Espíritu de Dios, igual al que yo vi y sentí aquella que fue mi primera vez.
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Proverbios 8:22-8:36

Jehová me poseía en el principio de su camino, ya de antiguo, antes de sus obras.
Eternamente tuve el principado, desde el principio, antes de la tierra.
Antes de los abismos fuí engendrada; antes que fuesen las fuentes de las muchas aguas.
Antes que los montes fuesen fundados, antes de los collados, era yo engendrada:
No había aún hecho la tierra, ni las campiñas, ni el principio del polvo del mundo.
Cuando formaba los cielos, allí estaba yo; cuando señalaba por compás la sobrefaz del abismo;
Cuando afirmaba los cielos arriba, cuando afirmaba las fuentes del abismo;
Cuando ponía a la mar su estatuto, Y a las aguas, que no pasasen su mandamiento; cuando establecía los fundamentos de la tierra;
Con él estaba yo ordenándolo todo; y fuí su delicia todos los días, teniendo solaz delante de él en todo tiempo.
Huélgome en la parte habitable de su tierra; y mis delicias son con los hijos de los hombres.
Ahora pues, hijos, oidme: y bienaventurados los que guardaren mis caminos.
Atended el consejo, y sed sabios, y no lo menospreciéis.
Bienaventurado el hombre que me oye, Velando a mis puertas cada día, guardando los umbrales de mis entradas.
Porque el que me hallare, hallará la vida, y alcanzará el favor de Jehová.
Mas el que peca contra mí, defrauda su alma: todos los que me aborrecen, aman la muerte.
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El sexo -que todavía a muchos y a muchas tontamente escandaliza- es solamente una imperfecta adaptación en la vida orgánica de una polaridad que gobierna la creación.
Los géneros masculino y femenino existen en absolutamente todo lo existente.
Llámenlos como quieran... el cielo y la tierra, el día y la noche, el sol y la luna, el Yang y el Yin...
Entonces viene al caso recordar a Génesis 1:2 :

'Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas'.

Es imposible para los humanos imaginarnos algo tan descomunal y tan por encima de cualquier proporción.
Como ya dije una vez, la palabra Shekhina -en hebreo- deriva del verbo bíblico shakhan, significando 'el acto de la vivienda' pero tomando la forma femenina.
Por lo tanto -al principio de la era de Talmud- la palabra Shekhina significó el aspecto del Dios que moró entre la gente y que se podía de alguna manera captar por los sentidos.
Un verso de Talmud dice: 'déjelos hacerme un santuario que pueda morar -el ve’shakhanti- entre ellos'.
La percepción del Espíritu de Dios no es nada fácil de explicar, y requiere obligadamente el uso de eufemismos.
Para mí es como una brisa, un movimiento, una presencia que no se ve pero se siente de una manera extraordinariamente fuerte y nítida.
Y cuando experimento esa percepción obligadamente sólo puedo captar una faceta del Espíritu de Dios, la única que me resulta accesible desde mi limitada y rústica condición humana.
Y como mujer esa faceta que yo puedo ver de Dios es únicamente la femenina, porque 'Dios creó al hombre a su imagen; a imagen divina lo creó, y los creó hombre y mujer', porque en Él está también nuestro prototipo -'digo Ella', digo Shejiná, Shekinah, Shechinah, Shekina, Shechina o Schechinah- en una sublime integración y síntesis, y existen muchas evidencias contundentes que prueban mi afirmación, pero prefiero mencionar en este momento ésta: porque desde el principio de los tiempos, sólo seis personas -Abraham, Isaac, Jacob, Moses, Aaron, y Miriam- no pudieron ser tomadas por el ángel de la muerte debido a su pureza perfecta, y alguien tuvo que llevar sus almas al cielo, y solamente Shekhina pudo hacerlo. Besándolas, ella lanzó sus almas.
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Una vez aseguré que Shekhinah es de hecho cualquiera de nosotras -porque está en nosotras mismas si abrimos nuestro corazón- y no importa ni quién ni dónde ni cuándo: ella siempre está moviéndose -con una presencia absoluta y perfecta- sobre la faz de las aguas, porque sus delicias son con los hijos de los hombres.
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Pero hablar de Proverbios es hablar de Salomón.
Algunas secciones de Proverbios están duplicadas en un conocido libro de sabiduría egipcio llamado 'La instrucción de Amen-em-Opet', que probablemente se originó 500 o 600 años AC.
Por su inteligencia y conocimientos Salomón atrajo a personas importantes desde tierras muy lejanas, que incluso lo visitaron para conocerlo mejor y poder tener el privilegio de hablar personalmente con él.
Sus escritos llegaron entonces a Egipto, y constituyeron la base de la obra de Amen-em-Opet, unos dos siglos después de su muerte.
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De las ofrendas secretas del Korbán -que es en realidad el tema de fondo- me ocuparé en otro post, porque éste ya ha quedado demasiado extenso.

4 comentarios:

Sine Metu dijo...

Acá ya es 8.
Happy Birthday.
;-)

BlogBis dijo...

Feliz cumple!

Carlos dijo...

Loca, loca como tu madre

Victor dijo...

Te envidio la experiencia. Sinceramente.

Que pases bien.