En los setenta, un amigo escritor pedía a gritos la apertura en Cuba de un: 'prostíbulo pedagógico' y agregaba: 'aunque sea para aprender, aunque sea para iniciarse'.
Por supuesto, la mojigatería reinante hizo oídos sordos a su estrafalario reclamo y no nos quedó más remedio, en un arranque dialéctico, que terminar practicando las unas sobre los otros.
Luego, ya entrenadas en las becas y las Escuelas al Campo, muchas se fueron a las calles... otra vez a una avenida visible.
Lo demás es historia visual, de esas, no tan pedagógicas como para que los padres te instruyan.
Mi generación careció de supervisoras profesionales, las niñas nos fuimos armando en brazos de otras niñas, al menos en mi caso.
Las guías fueron aquellas madres ocupadas en una sociedad con despertadores rusos chillando a las 6:00 AM, y claro, las novias, las amantes o las segundas o terceras esposas de los padres, muchachas de nuestra edad que jugaron curiosos roles ¿filiales? en nuestros rituales secretos.
'Cortando huevos se aprende a capar' es el sugestivo título de este interesante post de Habáname, que leí recién.
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