6 de marzo de 2009

Kiddushin y Nissu'in: 'Vamos a pedir a la Doncella'

Uno de los asuntos que aqueja al Estado de Israel desde su creación, es la dolorosa cuestión de la legislación de familia y del estado de las personas, regida por un anacrónico statu quo que es muy difícil, o casi imposible, modificar.
Desde los primeros días de la Independencia, los partidos políticos que gobernaron el país carecieron del coraje necesario para promover y aceptar las reformas principales necesarias para sanear la imagen del país.
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La consecuencia de ello es conocida: todos los judíos, religiosos o no, sólo pueden casarse y divorciarse en Israel conforme a la Halajá, y la única autoridad de aplicación es la ortodoxia judía.
Quien no quiere o no puede casarse por religión tiene sólo la alternativa de hacerlo en el extranjero.
Dos personas de religiones diferentes no pueden contraer enlace en el país, y esto, desde luego, afecta por igual a judíos, cristianos y musulmanes.
Por si esto fuera poco, existe toda una serie de prohibiciones tales como, por citar algunas, la que impide a un judío de estirpe sacerdotal, un cohen, casarse con una divorciada; la determinación del carácter de judío en base a la religión de la madre exclusivamente; las incapacidades que afectan a personas nacidas fuera de matrimonios regulares, definidos por normas religiosas, y otras limitaciones o incapacidades.
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Esta situación proyecta sobre el Estado de Israel la imagen de un país atrasado y retrógrado.
En cualquier democracia occidental -e Israel pretende serlo- existe un registro civil en el cual deben, o por lo menos pueden, inscribirse los matrimonios y otros actos relacionados con el estado de las personas.
Esto no significa dañar en lo más mínimo el derecho de una pareja que quiere casarse por religión.
Hay diversos sistemas.
En algunos países un sacerdote o rabino no puede casar a una pareja que no se casó antes por el registro civil; en otros, esos funcionarios religiosos gozan del derecho, acordado por el Estado, a registrar los matrimonios de los que desean una
ceremonia religiosa.
Todo ello es secundario.
Lo importante es impedir la coerción contra los individuos, forzándolos a someterse a ceremonias en las que no creen y que no quieren, cualquiera sea la razón.
No hay pues un ataque a la libertad religiosa; en el caso opuesto sí hay un ataque a la libertad individual y a las normas que acepta el mundo civilizado, en especial desde la evolución moderna de los derechos humanos, a partir de la ya sexagenaria Declaración Universal de 1948, en cuya redacción judíos prominentes desempeñaron un papel central.
Hasta el presente fracasaron todos los intentos de hallar una solución digna. Lo que hubo fueron arreglos privados entre contrayentes, de contenido especialmente económico....

Natan Lerner


Bueno, en general coincido con lo expuesto en la nota.
Pero hay que considerar -también- otros aspectos.
Porque Israel dista mucho de ser un colectivo homogéneo, y hay grupos que piensan muy distinto.
Y en tanto y en cuanto el problema pueda solucionarse por otros medios, hoy por hoy, es mejor no hacer nada y dejar las cosas como están.
Bueno, no estoy hablando por mí.
En lo personal no concibo un matrimonio por fuera de la Halakha, y aún tengo esperanzas de ser una Rebbitzin.
Pero de todas formas no me cuesta mucho comprender a quienes piensan o sienten distinto.
Creo que un cambio -ahora- traería indefectiblemente una división que nos debilitaría muchísimo.
La palabra Ketubah כתובה significa literalmente 'lo que está escrito'.
Es un contrato que el hombre hace con la mujer donde declara que cumplirá con sus obligaciones como marido, según la ley y la tradición judías.
También se estipula la cantidad de dinero que el marido deberá entregar a su mujer en el caso de que se disuelva el matrimonio.
La Ketubah debe estar en manos de la mujer.
Si se pierde hay que redactar una nueva; sin Ketubah la pareja no puede convivir.
La Ketubah simboliza el pacto que Moisés escribió antes de la revelación en el Sinaí.
Ese pacto enumeraba las obligaciones mutuas entre Israel y D-os, y la la Ketubah enumera las obligaciones entre el marido y la mujer.
El prural de Ketubah es -obvio- Ketubot.
Históricamente, la Ketubah debe especificar -entre otras cosas- si la novia era virgen o no.
Por eso generalmente se la exhibe en un lugar privado de la casa, generalmente en el dormitorio.
Está estipulada una obligación que se conoce como 'Onah': el marido es responsable de proporcionar a su esposa relaciones sexuales satisfactorias.
Las relaciones sexuales en el judaísmo son un derecho de la mujer, no del hombre, porque un hombre no puede obligar a su esposa a tener relaciones sexuales con él.


Bueno, algún día -si quieren- les contaré todos los detalles, porque el tema es bastante complicado y muy extenso, y hoy no quiero cansarlos con mis ocurrencias.

2 comentarios:

Peter dijo...

"Creo que un cambio -ahora- traería indefectiblemente una división que nos debilitaría muchísimo."
La division YA existe. Eso de la debilidad es el eterno fantasma con el que se quiere frenar todo cambio.
Y la razon de fondo es que los grandes partidos que forman gobierno no quieren alienar a los partidos religiosos, por miedo a represalias futuras a la hora de pasar leyes o formar gobierno.

Rāḥēl Reznik dijo...

Parece lógico no?