Aprovechando que nadie estaba leyendo mi correo, Raquel me envió una reflexión que quiero compartir por acá. Si bien el texto no es extenso y soy en este caso sólo un simple inter-locutor, lo publicaré por partes, tal como yo lo he leído: de acuerdo a mi escasa velocidad de comprensión.
Sin más preámbulo, va la primera parte:
En realidad quería hablar de la libertad, pero desde mis creencias.
Libertad, pero no en relación con la esclavitud grosera -la de los latigazos y las cadenas- sino de la que es difícil de percibir hasta que no estás profundamente sometido.
La Matzá es el pan de la pobreza -lejem Oni- y esconde un significado muy profundo.
La Matzá se fabrica con harina y agua, pero debe hornearse rápidamente -Ushmartem Et Hamatzot dice que antes de los 18 minutos contando desde el primer segundo que la harina toca el agua- para evitar que comience la fermentación natural.
El grano -obviamente- debe vigilarse desde su cosecha, protegiéndolo del menor vestigio de humedad.
A este pan le falta un ingrediente específico, que es el tiempo.
El tiempo es Jametz.
Y el concepto es la rapidez, la velocidad.
En el movimiento y la acción, para correr contra el reloj, para no perder la oportunidad.
Bueno, muchas cosas son Jametz, y el tiempo es sólo una de ellas.
La mayoría de los milagros se hicieron de noche -Az Rob Nisim Hifleita balaila- porque es cuando estamos más desprotegidas, y nuestro espíritu está más propicio para sentir a Shekinah.
En esos momentos de angustia Shekinah nos explica que ese sometimiento, esa esclavitud sutil que casi pasa inadvertida, que limita insidiosamente nuestros derechos básicos -y a la que nos vamos acostumbrando- esa injusticia que la ve nítida solamente el que no la padece, se vive como algo normal para quienes la sufren.
Esa es la verdadera esclavitud que sufrimos en Egipto.
Ese el verdadero sentido de Pésaj.
1 comentario:
Muy bueno, para 'abrir los ojos'.
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