12 de abril de 2009

Mujeres de paja

La banca por la mayoría de Santa Cruz que dejó vacante Judit Forstmann (PJ) debería ser ocupada por Jorge Banicevich, actual diputado provincial y miembro del exclusivo club de 'paladares negros' kirchnerista.
Sin embargo, la fatalidad abre la puerta a un debate institucional sobre la sucesión.
Esto es así porque en 2001 Cristina Kirchner, cuando presidía la Comisión de Asuntos Constitucionales del Senado, sentó jurisprudencia legislativa acerca del estricto respeto a la ley del cupo femenino y, en consecuencia, de la obligación de que cada provincia deba tener al menos una senadora entre sus tres representantes.
Y Forstmann no tiene reemplazante mujer, ya que ella era suplente en la elección de 2007 y accedió al Senado después de la renuncia de Alicia Kirchner para reasumir el Ministerio de Desarrollo Social.
De hecho, Forstmann pudo jurar en cumplimiento de aquella jurisprudencia, ya que el primer suplente de la lista era Banicevich.
De aplicarse este supuesto, entonces, Banicevich tendría cerrada la puerta para ingresar en el Senado, ya que con su asunción Santa Cruz se sumaría al ultrakirchnerista Nicolás Fernández y al radical Alfredo Martínez, por lo que la provincia tendría una representación exclusivamente masculina.
El oficialismo perdería una banca en un momento en que ve muy limitado su número en la cámara.
Quedaría la posibilidad de que se llamara a una elección ahora mismo, por falta de suplentes.
Según lo dictaminado por Cristina Kirchner la banca debería ocuparla una mujer y, por lo tanto, sólo podrían presentarse mujeres en esa eventual elección.
En esta materia siempre hay dos bibliotecas y se podrían esgrimir varios argumentos para dar marcha atrás con lo firmado hace ocho años en el Senado.
Cristina Kirchner sentó aquella jurisprudencia con un único objetivo: impedir que Raúl 'Tato' Romero Feris asumiera como senador luego de que en la primera sesión después de jurar la banca, en diciembre de 2001, renunciara Isabel Viudes para dejarle el lugar a su jefe político.
Entonces Cristina Kirchner apeló al argumento de evitar que se violentara el cupo femenino mediante el uso del recurso que denominó 'mujeres de paja': candidatas puestas sólo para cumplir con la ley que, una vez elegidas, renuncian para dejarle la banca a un hombre.
Cuando Eric Calcagno asumió en reemplazo de Cristina Kirchner como consecuencia de que también había renunciado su suplente mujer, la actual ministra de Salud, Graciela Ocaña, la provincia tenía una representante mujer -Hilda Duhalde- y entonces esa norma no fue aplicable.

La Nacion

Teniendo en cuenta que ahora es Kirchner el que propone encabezar las listas con candidatos de paja que jamás asumirían, en lugar de decir algo, voy a hacer una cita:

What is the Absurd? It is, as may quite easily be seen, that I, a rational being, must act in a case where my reason, my powers of reflection, tell me: you can just as well do the one thing as the other, that is to say where my reason and reflection say: you cannot act and yet here is where I have to act... The Absurd, or to act by virtue of the absurd, is to act upon faith ... I must act, but reflection has closed the road so I take one of the possibilities and say: This is what I do, I cannot do otherwise because I am brought to a standstill by my powers of reflection.

Kierkegaard, Søren, Journals, 1849

6 comentarios:

Klaus Pieslinger dijo...

Ese subproducto de la Affirmative Action que es el cupo femenino, en el fondo, denigra a sus beneficiarias, ya que prueba que no llegan a ocupar tal lugar por mérito alguno.
En la política Argentina, de cualquier modo, esto carece de importancia, ya que nadie llega a ocupar tal lugar por mérito alguno.
Aún así, pensando en la rubia tonta de este post, creo que si sigue teniendo cuerda y no termina de naufragar la progresía, pronto habrá una pomposa proclama sobre la necesidad y el derecho de un cupo tercera vía - o cupo arco iris o cupo travuco, como quieran llamarlo.

Carlos dijo...

¡Grotesco!

Rāḥēl Reznik dijo...

Creo que sí, porque el 'cupo femenino' implica para esa rubia tonta la 'discriminatoria aceptación oficial' que existen solamente dos sexos, cuando parece ser que existen muchos más.
¡glup!

Klaus Pieslinger dijo...

Dudo que pueda comprender siquiera el Principio de No-Contradicción "A es A".

Sine Metu dijo...

Como diría mi filósofo de cabecera: ¡Cuánta paja mental!

Martín Benegas dijo...

Disculpen lo extenso del comentario pero este artículo de Ayn Rand de 1972 viene como anillo al dedo para este post:
"Representación sin autorización"

La teoría del gobierno representativo descansa sobre la idea de que el ser humano es un ser racional y, por tanto, capaz de percibir los hechos de la realidad, evaluarlos, formarse un juicio racional y tomar sus propias opciones asumiendo la responsabilidad de su propia vida. Políticamente, este principio se implementa mediante el derecho del individuo a escoger a sus propios agentes, aquellos a los que autoriza a representarle en las instituciones políticas del país dodne vive. Representarle significa, en este contexto, representar su visión de la política. Por ello el gobierno de todo país libre se basa en el consentimiento de los gobernados. Como confirmación de ese vínculo indisoluble entre la facultad de raciocinio y el gobierno representativo, observemos que los menores y los discapaces no tienen derecho a votar. Votar, es por tanto, un derecho derivado y no un derecho fundamental (...). El voto es, sin embargo, intransferible: el padre de doce menores no tiene trece votos, ni puede el director de un psiquiátrico votar por sus pacientes.

Filosóficamente, la teoría del gobierno representativo está en profundo conflicto con las principales escuelas de pensamiento actuales, empeñadas en negar la eficacia y hasta la misma existencia de la razón y de la volición. La dictadura y el determinismo son nociones que se retroalimentan. De hecho, si uno desea esclavizar a sus semejantes lo mejor que puede hacer es destruir su confianza en la validez de sus propios juicios y decisiones: cuando uno llega a creer que la razón y la volición son impotentes sólo le queda acatar la ley de la fuerza.

Desde Kant, el método dominante en la filosofía moderna siempre ha sido no abordar los temas mediante presentaciones intelectuales abiertas y directas sino mediante la corrupción, al objeto de convertir cada concepto en su opuesto. Igual que el propio Kant corrompió el concepto de razón para hacerle significar una especie de facultad mística propia de otra dimensión, así han actuado sus descendientes teóricos y prácticos frente a infinidad de conceptos. En el dialecto al uso hoy día, “libertad” ha pasado a significar obediencia a un mandato totalitario, “seguridad” equivale a dependencia total del Estado, “individualidad” es someterse al estilo de la masa, etcétera.

En los países sin experiencia previa de gobierno representativo es fácil corromper el término: basta, por ejemplo, ofrecerle a las masas toda la parafernalia de urnas y cabinas de votación y proponerle un solo candidato. En un país cuya misma historia comenzó con elecciones, esto debería ser más difícil. Sin embargo, desde hace más de medio siglo los intelectuales colectivistas están corrompiendo a los dos grandes partidos para convertirlos “de facto” en uno solo haciéndolos indistinguibles uno de otro, mientras los comentaristas al uso ignoraban culpablemente el descontento y pretendían hacernos creer que no hay oposición. (...)

Al mismo tiempo, los colectivistas han producido una nueva corrupción del concepto de representación política, aún más grotesca que el resto de sus abusos semánticos. Consiste en exigir cuotas obligatorias que “representen” a diversos tipos de gente en los órganos representativos. No queda claro a qué se refieren en este contexto cuando hablan de “representación”. Al principio se trataba de cuotas raciales en las empresas públicas o en las universidades. Posteriormente se comenzó a exigir cuotas étnicas “representativas” en el Gabinete y en el Tribunal Supremo. Las reglas de la convención demócrata de 1972 han hecho que el asunto de las cuotas devenga directamente político. es hora, por tanto, de examinar el significado de la doctrina de cuotas.

La noción de cuotas raciales es tan evidentemente racista que no merece mayor comentario. Cuando se descarta a un joven como estudiante de una determinada universidad porque su cuota racial ya está cubierta (y por tanto ya no es imprescindible admitirle) no hay duda de que se le excluye por motivos de raza. Si encima se le dice que sus “hermanos” de raza ya están dentro y le representan a él, se le está simplemente insultando. Exigir tales cuotas en nombre de la lucha contra la discriminación racial es una burla obscena.

Pero observemos que las dichosas cuotas de “representación” no sólo se aplican a las minorías raciales. Se presenta idénticas exigencias con relación a una mayoría social: las mujeres. Se piden diversas cuotas por edad (jóvenes, ancianos) y por motivos económicos (pobres). Observemos el común denominador de estos grupos: la base de tales agrupaciones de individuos y, por ende, de las cuotas que se reclama, no es intelectual sino meramente física. Es la clase de doctrina que recomforta emocional y subconscientemente a los intelectuales de hoy día, y particularmente a los académicos, aunque pocos de ellos sean realmente conscientes de las consecuencias.

Es una doctrina emanada del determinismo, y asume que los condicionantes físicos son el factor determinante de la vida humana y que los intereses de todos los miembros de un determinado grupo físico son idénticos. Sin embargo, me parece obvio que una mujer profesionalmente activa tiene más intereses en común con la mayoría de los hombres que con las amas de casa ociosas que de pronto descubren el movimiento feminista y manifiestan sus política negándose a cocinarle la cena a sus maridos. Un empresario negro hecho a sí mismo tiene muchos más intereses comunes con un empresario blanco que con un miembro de una banda negra de barrio. Un joven estudiante en busca de conocimiento tiene mucho más en común con sus profesores viejos que con jóvenes drogadictos o miembros de una secta. La doctrina de las cuotas parte de la falsa premisa que hace todos los miembros de un grupo físico idénticos entre sí e intercambiables, no sólo a ojos de los demás sino de sí mismos. Asumiendo una fusión total del yo con el grupo, la doctrina sostiene que no importa si es uno mismo o su “representante” quien ingresa en la universidad, obtiene un empleo o toma una decisión. (...)

Es evidente por qué motivo esta doctrina de cuotas atrae a los intelectuales modernos: elimina la responsabilidad de pensar, juzgar y elegir por uno mismo. Alienta el simple seguimiento a los líderes grupales, que supuestamente están predestinados a protegerle y preocuparse de uno, por el simple hecho de pertenecer a su mismo grupo físico. A la mayoría de los intelectuales, esto le promete un ansiado letargo, a una minoría le proporciona un camino hacia el poder.

En la medida en que la doctrina de cuotas se tome en serio, puede llegar a implicar la abolición de las elecciones, reemplazadas por un sistema que garantice la presencia de “representantes” de todos los grupos imaginables, excepto, claro está, un grupo: el conformado por las ideas comunes de gente diversa. Así se eliminaría la representación y la diferenciación ideológicas. (...) También en la Unión Soviética se permite y hasta se alienta la diversidad étnica, cultural y grupal mientras se proscribe la ideológica.

La doctrina de cuotas relega a la gente a la categoría de niños o discapaces, con guardianes nombrados en lugar de representantes genuinos. ya no hace falta elección individual, ya no es preciso escoger personalmente: la condición grupal del individuo escoge por él y legitima al “representante”. Las ventajas de esta perversión de la democracia son enormes para los dirigentes de los grupos de presión. Los ciudadanos quedan sometidos al estado de desesperanzada brutalidad en el que otros terminaron aceptando que las pirámides faraónicas, Versalles o el Kremlin eran obras erigidas para “representar” la gloria de su pueblo, aunque está claro quiénes se beneficiaron de ellas.

El derecho del individuo a designar sus propios representantes está reconocido en el reino material pero, aparentemente, no en el ideológico. Si alguien le vendiera a usted el puente de Brooklyn sería detenido por fraude, ya que obviamente no tiene autorización para actuar en nombre de sus propietarios. Pero los partidarios de la cuota le ven a usted como un trozo de carne y se nombran a sí mismos como “representantes” de usted, y nada menos que en política.

Ninguna organización tiene derecho a hablar en nombre de nadie más que de sus propios miembros voluntarios. A ninguna organización se puede considerar agente de un individuo sin su conocimiento y consentimiento personales. Si la “imposición sin representación es esclavitud” [lema de los revolucionarios independentistas norteamericanos en su lucha contra el colonialismo inglés], entonces la representación sin autorización es esclavitud adornada con fraude.