Forzada por el desequilibrio de las cuentas públicas y pasadas las necesidades electorales, la política fiscal podría volverse procíclica en el segundo semestre del año. En traducción de algunos analistas: el ajuste que luce inevitable acentuaría la tendencia recesiva de la economía.
Al revés de lo que ocurre en otros lugares del mundo, el Gobierno se quedó sin herramientas para hacer política fiscal anticíclica, antirrecesiva: bajar la presión impositiva, aumentar el gasto o alguna otra variante.
Porque no armó un fondo fiscal en las épocas de bonanza, ni se lo permiten hoy las obligaciones de la deuda.
Así de apretado está todo. Y si la recaudación tributaria no manifiesta plenamente este cuadro es porque, entre otros factores, se han pisado los reintegros y la devolución del IVA a los exportadores: el argumento oficial es que se investigan maniobras, pero allí hay cerca de 2.000 millones de pesos.
Y más aún, porque entran 1.000 millones al mes gracias a la estatización del sistema previsional.
La política, más precisamente la necesidad de fogonear obras de ejecución rápida para mostrar durante la campaña, obligó a achicar la fuerte deuda acumulada con contratistas y proveedores del Estado. Mucho alumbrado, calles, repavimentaciones, barrios de pocas viviendas y todo sostenido con depósitos de organismos públicos en el Banco Nación: dinero que sale de AFIP, PAMI, fondos fiduciarios y de ANSeS. Probable, si no seguro, habrá otro cantar después del 28 de junio.
Esto es, que se retraigan las inversiones públicas y vuelvan los atrasos, tal cual temen proveedores y contratistas.
Algunos analistas empiezan a poner la mira en otro rasgo de las cuentas del Estado. El crecimiento de la deuda flotante, o sea, las obligaciones no consolidadas que se amontonan y desplazan para enfrentar otros pagos considerados prioritarios. Deuda al fin, que tampoco desaparece.
Es de este cuadro complicado que los fondos del sistema previsional sean exprimidos para los fines más diversos, a riesgo de comprometer las jubilaciones futuras.
Aún así, esa gran caja del Estado es la que permite maquillar los números fiscales: ahora, casi todo el superávit primario, antes del pago de intereses de la deuda, es ANSeS puro y prácticamente nada Tesoro Nacional puro.
Hay unas cuantas provincias, grandes y chicas, en serios apremios financieros y otras camino a la zona roja. Incluidas las petroleras, ricas en las épocas del crudo a precio récord, y la mayoría remando para llegar al 28 de junio.
Olivos no permitirá que ninguna de las consideradas propias desbarranque, aunque la plata de ahora va a escasear en el después.
Casi, casi, los apurones están en relación directa con la cantidad de empleados públicos: basta con saber cuántos tiene cada cual para conocer el estado de sus finanzas.
En las grandes, los sueldos se consumen arriba del 50% del presupuesto.
Clarín
Bueno, la mayoría de los analistas coincide en que los efectos de la crisis de sentirán con toda su crudeza en el segundo semestre.
El adelantamiento de las elecciones es la prueba del reconocimiento oficial a esa realidad.
Para entonces, el quebranto de las cuentas públicas demandará dolorosos ajustes fiscales y monetarios.
Una anormalidad adicional resulta del prolongado lapso que existe entre la fecha de las elecciones y el efectivo recambio de los legisladores, pero eso en el fondo es un detalle menor.
El adelantamiento de las elecciones es la prueba del reconocimiento oficial a esa realidad.
Para entonces, el quebranto de las cuentas públicas demandará dolorosos ajustes fiscales y monetarios.
Una anormalidad adicional resulta del prolongado lapso que existe entre la fecha de las elecciones y el efectivo recambio de los legisladores, pero eso en el fondo es un detalle menor.
Porque para cuando terminen de gobernar los Kirchner no va a quedar nada, solamente más pobres y más deuda.
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