Una vez más el maestro James Neilson:
Cuando la virtud no basta
Alfonsín no sería el último presidente en suponer que la mejor forma de superar los obstáculos en el camino era negar su existencia. Tampoco fue el primero. Con muy pocas excepciones, desde comienzos del siglo pasado todos los mandatarios argentinos, incluyendo a la actual, han caído en la trampa supuesta por el voluntarismo, acaso por sentir que los problemas económicos del país son tan profundos y están tan arraigados que hacer un esfuerzo serio por enfrentarlos les sería suicida. Al fin y al cabo, siempre es más fácil mantener cruzados los dedos, apostar a que esta vez todo sí salga bien, y, por las dudas, prepararse para atribuir la eventual debacle a la malignidad de quienes por motivos oscuros no quieren que la Argentina se levante más. Así, pues, cuando todo se vino abajo, Alfonsín y sus colaboradores más íntimos se proclamaron víctimas de un "golpe de mercado".(Illia tampoco robó)
Es como si el país se sintiera constreñido a elegir entre la virtud presuntamente ineficaz representada por Alfonsín, Illia y algunos otros, personas que tendrían sus méritos pero no estarían en condiciones de garantizar "la gobernabilidad", y el pragmatismo amoral pero "realista" de quienes insinúan que su desprecio apenas disimulado por ciertas normas les permitirá solucionar con rapidez los problemas nacionales. A juzgar por los resultados concretos de una larga serie de gestiones, aun cuando la integraran hombres y mujeres honestos y bienintencionados, ningún gobierno podrá lograr nada permanente a menos que el apego a la ética se vea acompañado por la conciencia de que sería peor que inútil subordinar todo a las esperanzas de la mayoría ilusionada, pero serán todavía mayores los perjuicios provocados por los cínicamente pragmáticos que, entre otras cosas, suelen ingeniárselas para desprestigiar el realismo con el que se pretenden comprometidos.
3 comentarios:
Robar, no para enriquecerse personalmente, sino para hacer política financiados por el erario público, tal vez sea, en mi opinión, un peor grado de corrupción.
La honradez y la inutilidad no son antónimos
no creo en la honradez de quienes defienden terroristas. A otro con ese cuento. Que digan las cosas por su nombre, finalmente què cornos hizo de bueno?
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