11 de mayo de 2009

No (bis)

El papa Benedicto XVI llega a Israel en la tercera visita de un pontífice al Estado judío, cuyas relaciones con el Vaticano son de una complejidad político-religiosa sin precedentes en la Historia moderna.
'Difícilmente encontraremos un caso análogo de dos Estados no beligerantes que hayan tenido unas relaciones más tortuosas y laberínticas', es una cita del jesuita Michel Perko a la que el primer embajador israelí en la Santa Sede, Shmuel Hadas, recurre con asiduidad para exponer lo intrincado de un proceso de reconocimiento recíproco cuyo inicio se remonta a hace más de un siglo.
Argentino de origen, y diplomático de carrera que en 1994 abrió la representación de su país en el Vaticano tras haber sido en 1986 también el primer embajador israelí en España, Hadas mantiene que la actitud de la Santa Sede hacia la creación del Estado de Israel en la antigua Palestina 'fue en principio negativa, incluso hostil'.
'Cuando el fundador del movimiento sionista, Teodoro Herzl, pidió en 1905 al papa Pio X que apoyase la creación de un Estado judío, recibió una respuesta tajante', subraya Hadas, quien afirma que el pontífice contestó: 'los judíos no reconocieron a nuestro Señor, por tanto no podemos reconocerles el derecho a regresar a Tierra Santa'.
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Hadas admite que la visita de Benedicto XVI ha levantado menos expectativa que la de Juan Pablo II en 2000 pero lo justifica con el argumento de que la del anterior Papa 'era la primera' desde el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambas partes.
Y hace hincapié en el diferente clima que rodea el viaje del actual Pontífice respecto al que envolvió el de Pablo VI, que en su estancia de 1964 no pronunció la palabra 'judíos' y de regreso al Vaticano -que todavía no reconocía a Israel- envió una misiva de agradecimiento dirigida simplemente al 'presidente Z. Shazar, Tel Aviv', sin mencionar que se trataba del jefe de Estado israelí.
Fue, no obstante, durante el pontificado de ese Papa -en el Concilio Vaticano II, celebrado en aquel mismo año-, cuando la Iglesia Católica exculpó a los judíos de la muerte de Cristo y les eximió de la acusación de 'deicidas', lo que sería condición imprescindible para el reconocimiento bilateral.
Shmuel Hadas recuerda que 'durante generaciones los teólogos cristianos habían considerado la expulsión de los judíos de Tierra Santa como una consecuencia de su rechazo a aceptar a Jesús como el Mesías'.
El exilio era el castigo.
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A las diferencias 'teológicas' se sumaron las 'políticas' con la proclamación en 1948 del Estado de Israel, y con los conflictos armados que se sucedieron a continuación con los países árabes, lo que impidió 'la internacionalización de Jerusalem', ciudad que el Ejército israelí ocupó en 1967, durante la Guerra de los Seis Días.

Aurora

Durante tres milenios Yerushalayim ha sido y es el eje del judaísmo.
Ninguna otra ciudad ha jugado un rol tan influyente en la historia, cultura, religión y conciencia de un pueblo como Yerushalayim en la vida de los judíos y del judaísmo.
Desde que el Rey David estableció la ciudad como capital del Estado judío mil años antes de la era cristiana, es el símbolo por excelencia y la más profunda expresión de nuestra identidad como nación.
Bueno, por eso una Ley Fundamental estableció que Yerushalayim es y será siempre la capital eterna e indivisible del Estado de Israel.
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Bueno, esa es una de las leyes terrenales.
Pero muy por encima de todas ellas está Təˈnax.
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