19 de junio de 2009

Reflection exercise


El cerebro humano no nace de cero: es, como en los demás animales 'superiores', una superposición de sistemas anteriores.
Un ordenador que se usara hoy pero utilizando viejos transistores y circuitería analógica.
Desde el punto de vista del diseño, nada inteligente y algo recargado que ocupa demasiado espacio.
El poder computacional del cerebro humano sólo es posible estando muy interconectado y siendo muy grande.
Para que los bebés de los primates superiores disfrutaran de las pequeñas suficiencias que muchos otros mamíferos muestran al nacer -como ser capaces de levantarse y ponerse a buen recaudo- tendrían que tener un cerebro aún más grande del que tienen.
Los bebés humanos al poco de nacer siguen siendo tan inválidos que ni siquiera pueden darse la vuelta o arrastrarse para huir del sol.
Nacen tan desamparados porque ser humano significa venir dotado de un hardware indispensable que ya de por sí ocupa un espacio desmesurado.
Si encima tuvieran que ser funcionales al nacer no pasarían por el canal del parto.
Esas presiones selectivas fueron 'solucionadas' favoreciendo la llegada al mundo de un bebé altamente inmaduro pero con dotación básica potencial para desarrollar un cerebro adulto de alta complejidad.
Esto también significa que los niños humanos tienen unas infancias remarcablemente largas que requieren de una intensa y sostenida cooperación parental.
Los bebés humanos pueden permitirse todo esto porque la especie humana es principalmente monógama o tendente a una moderada poliginia.
Porque hay un padre además de una madre.
Un padre que se va a quedar.
La supervivencia del niño, la supervivencia del humano en general, se basa en el establecimiento de profundos lazos de pareja que mantengan unidos a ambos padres para sacar adelante a hijos y adolescentes que se independizan inusitadamente tarde desde el punto de vista de cualquier otro animal, incluidos los demás primates actualmente existentes.
El sexo nunca es 'banal', a pesar de que estos días se hayan roto algunas lanzas por ello.
El sexo, para los seres de reproducción sexuada, es el imperativo de supervivencia más poderoso que pueda moverlos.
Incluso para los animales que tienen cortos periodos de celo, el sexo es cuestión de vida (para sus genes) o muerte.
Para los animales con fuerte inversión parental, como los humanos, el sexo es algo más importante que la fecundación: es el medio para crear los fuertes lazos de pareja que favorecerán el cuidado de las indefensas crías durante un prolongado periodo de tiempo.
...
Los seres humanos no banalizan el sexo.
Si lo banalizaran no habría esas tremebundas estadísticas sobre violencia de pareja que se resisten a desaparecer por más que la literatura y la política posmodernista y empecinadamente progre nos estimule a no tomarnos en serio esas cosas del amor.
La ignorancia de la naturaleza humana es la que nos hace fracasar tanto en los programas sobre 'violencia de género' como en todo lo relacionado con la cuestión del aborto y las enfermedades de transmisión sexual en los adolescentes.
Estamos programados para asegurar la supervivencia de ese bebé, enamorándonos.
Y eso es más imperativo en la adolescencia cuando la vitalidad hormonal es más fuerte y no se ha desarrollado aún ese desapego por el factor humano del encuentro sexual, ni el saludable cinismo que nos permite a los mayores separar sexo y amor.
No hay nada tan de ciencia ficción que esa pareja de adolescentes que, según el vídeo de Bernat Soria, no 'coronan rollos con bombo' y exhiben actitudes y ademanes que se corresponden mucho más con experimentados adultos de vuelta de todo que con frágiles niños llenos de sensibilidad y confusión.
No mejorará su responsabilidad tampoco el acceso fácil a la píldora post coital.
Yo deseé una vez que los mitos de mi juventud se correspondieran con la realidad.
Ahora he leído un poco más y he madurado.
Banalizar el sexo tiene un correlato lógico: se banaliza el amor y se banaliza la pareja.
Podemos pensar que el amor es la gran estafa química; el insidioso engaño del gen egoísta.
Pero no tomarse en serio el sexo, la responsabilidad y la pareja estable, es objetivamente malo para los niños.
Y nunca será bueno para los humanos mientras lo seamos.

Mª Teresa Giménez Barbat

Visto en Cultura 3.0, vía Mujer-Pez

Bueno, me gustó muchísimo este artículo, y aunque es un poquito extenso creo que vale la pena leerlo con atención.
Yo coincido plenamente con la idea que facilitando la anticoncepción fácil a las jóvenes se les abre la puerta al mundo de los adultos, y se admite así una supuesta 'normalidad' de su actividad sexual, pero ellas en definitiva no son adultas, ni es 'normal' que practiquen algo 'que les puede dejar un paquete, del que se tendrá que encargar otro'...
Me gustaría mucho saber qué piensan ustedes de este asunto.
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2 comentarios:

Martín Benegas dijo...

Cada jóven tiene su tiempo hay que dejar que lo encuentren solos, me parecen igual de nefastos los fundamentalistas de ambos lados, los que reparten forros a nenes de 13 años como los que pregonan la abstención hasta el matrimonio.

La casa de Whesting dijo...

Muchas veces nos damos cuenta que obdecemos la marca del instinto, que no somos nosotros los dueños de nuestras pulsiones. No sólo heredamos de nuestros padres la forma de nuestra nariz, muchas más cosas y muy particulares aunque no sean físicas.
Se banaliza lo fundamental del ser humano para destruirlo, es una labor que saben ardua y lenta; insisten que todo es una construcción del lenguaje para quitarle valor.
Es maravilloso que dos humanos se amen y que tenga sus frutos con amor. También eso les molesta.