7 de septiembre de 2009

Gehenna: [gĭhĕn`ə]: : גיהנום (cont)


Bueno, lo que sigue es la continuación de este post, y les confieso que me disgusta tener que resumir tanto, pero tampoco es cuestión que me extienda demasiado afectando el necesario dinamismo que debe tener cualquier blog.
El post anterior contiene bastantes citas del Təˈnax, y sugiero que las sigan teniendo presentes, porque guardan relación.

Shemot Parasha Mishpatim

28 No postergarás tus ofrendas de los productos recién madurados ni tus ofrendas agrícolas; el primogénito de tus hijos lo presentarás ante Mí.
29 Lo mismo harás con tu buey, tus ovejas; durante siete días estará con su madre y al octavo día lo presentarás ante Mí.
30 Personas santas seréis para Mí; no comeréis la carne de un animal que fue despedazado en el campo; al perro se la arrojaréis.
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Vaykra Parasha Ajarei

20 No yacerás carnalmente con la mujer de tu prójimo, para impurificarte con ella.
21 No traerás a ninguno de tus hijos para que pasen por Molej, y no profanarás el Nombre de tu Dios. Yo soy El Eterno.
22 No yacerás con un hombre como se yace con una mujer, es una abominación.
23 No te acostarás con un animal para impurificarte con él; la mujer no se parará frente a un animal para el apareamiento. Es perversión.

En Shemot -Exodo- 22:29 queda nítidamente expuesta la demanda del primogénito, y en Vaykra -Levítico- 18:21 la prohibición de su sacrificio a Molej.
Resulta sumamente curioso que esta última prohibición esté escrita exactamente entre el adulterio [18:20], la homosexualidad [18:22] y el bestialismo [18:23].
Estos tres pecados implican la obtención de cierto placer (enfermizos, patológicos, o como quieran calificarlos, pero placeres al fin) y cuesta creer -en nuestra cultura- que 'pasar un hijo por el fuego de Molej' haya sido placentero para el que lo hacía (ni que hablar de la víctima, obvio).
Bueno, la conclusión que yo saco es que todas las prohibidas eran prácticas comunes en esa época, y que cometer adulterio en ese entonces era algo tan tentador como sacrificar a un hijo para obtener alguna prebenda divina.
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La costumbre de sacrificar a los hijos para obtener la benevolencia de dioses y para tener éxito en los emprendimientos importantes está muy presente en la historia, y de alguna manera formó [o forma] parte del inconciente colectivo.
Homero, en 'La Ilíada', cuando cuenta la expedición a Troya, cuando los griegos quieren embarcarse sucede una tormenta que imposibilita la navegación, y fue entonces cuando Agamemnon consulta al Oráculo que le dice que para contentar a Artemisa tiene que sacrificar a Ifigenia (la hija de Agamemnon y Clytaemnestra).
Parece que cuando Ifigenia ya estaba en el altar, o sea una situación muy parecida a la de Isaac, Artemisa hizo venir una densa nube que envolvió a Ifigenia y se la llevó -salvándola- a una isla lejana.
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La historia de Aḇrāhām e Yiṣḥāq -Akedath Akedah- guarda un asombroso paralelismo, pero la nube de la diosa fue reemplazada por la voz de un ángel de Elohim que le ordenó a Aḇrāhām suspender el sacrificio.
De una manera que tiene que ver mucho con los mecanismos presentes en la creación de los mitos, en el Təˈnax el episodio se repite, pero su final concreta el verdadero sentido del mensaje, en tanto y en cuanto esa práctica aborrecible debía ser abandonada para siempre por los humanos.
El resultado final de la alegoría fue un éxito, y todas las generaciones que vinieron después pudieron decir Abraham Avinu -Abraham nuestro padre- sin ningún remordimiento.
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El tercer eslabón de la cadena es la circuncisión ancestral [b'rīt mī'lā], que plantea un desafío mayor al entendimiento.
Di-s y Aḇrāhām celebraron un pacto eterno, que fue escrito con sangre.
Porque Di-s supo aclarar que participarían de la alianza con El los que se cortaran el prepucio y que a su vez se los cortaran a sus descendientes al octavo día de su nacimiento.
Abraham se circuncida a sí mismo a los 99 años de edad, y circuncida a Ismael -su hijo con la esclava Agar- cuando éste tenía 13 años.
De hecho, si vamos al caso, Abraham no era judío, e Ismael tampoco.
Porque Di-s necesitaba un descendiente de padre cincunciso que sea circuncidado al octavo día.
Esto explica el nacimiento de Isaac -contra toda esperanza- para que pueda ser 'iniciado' en una forma muy diferente a lo que hacían otros pueblos.
Isaac es -obviamente- circuncidado al octavo día.
Pero... ¿era Isaac verdaderamente judío?
Sí, en tanto fue circuncidado a los ocho días de nacido y era hijo de un circunciso.
No, en tanto que su padre no fue circunciso a los ocho días y no descendía de padre circunciso.
Bueno, en teoría ese defecto se transmitiría a toda la descendencia, y para siempre.
De ahí la orden a Aḇrāhām que sacrifique simbólicamente a Yiṣḥāq, para que repita -en otro nivel- el sacrificio de su propio prepucio.
Porque el hombre circunciso que no se somete a las órdenes de Di-s sería borrado de la alianza.
Y porque el ritual de la circuncisión -en sí mismo- no le puede aclarar a Di-s quién es judío y quien no lo es.
El ritual se los aclara solamente a los judíos, pero empíricamente, por la conservación de la genealogía.
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Exodo 22:30 dice... 'durante siete días estará con su madre, y al octavo día lo presentarás ante Mí'.
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Y por eso al octavo día es que se hace la b'rīt mī'lā, simbolizando la Akedath Akedah.
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Parasha Jaiei Sarai: 1 La vida de Śārāh fue cien años, veinte años y siete años; los años de la vida de Śārāh. 2 Śārāh murió en Kiriat Arba, que es Jebrón, en la tierra de Canaán; y Aḇrāhām fue a panegirizar a Śārāh y a llorarla.
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Si Śārāh tenía 127 años de edad al momento de la Akedath Akedah -atadura de Itzjac- y tenía 90 años cuando nació su hijo... Yiṣḥāq tenía 37 años cuando el sacrificio.
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Bueno, para entender estas cuestiones hay que estudiar a fondo el Təˈnax, y hay que tener siempre presente que la religión israelita es algo diferente al judaísmo tal como hoy lo conocemos.
La religión israelita estaba muy cerca de Di-s, contaba con intérpretes sagrados que creían que Di-s premiaba y castigaba en este mundo, y tenía un Templo.
El judaísmo se basa en esos mismos Textos Sagrados, pero no tiene intérpretes ni profetas, y cree que Di-s premiará y castigará en la otra vida.
Además, en lugar del Templo, tiene Sinagogas, que no es lo mismo.
Esos serían los contrastes más importantes, y por eso cuando estudiamos Təˈnax somos testigos de una compleja transición entre ambas dos, que duró miles de años.
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Bueno, esto es un resumen de un capítulo de mis insignificantes 'Reflexiones de una judía rústica', que -afortunadamente- sigue 'en preparación'.
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PS: las aburridas imágenes de Gehenna y los otros tontos grabados antiguos que les prometí -si logro vencer la tentación, cosa que no creo- aparecerán en el próximo post, que será el que terminará la serie.
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2 comentarios:

Klaus Pieslinger dijo...

Me dejaste pensando en esa tendencia al sacrificio filial; mi pregunta es si hay registros o referencias a cuántos hijos era costumbre tener en esos tiempos?

(Sólo me vino a la mente esas familias de hoy que tienen como diez y no saben ni cómo se llaman ni por qué calle los dejaron para trabajar - aunque seguramente no tiene nada que ver, pero así son mis asociaciones...)

Rāḥēl Reznik dijo...

Cuántos?
Todos lo que se podían tener, obviamente.
:)