Con un mínimo de hombres -en Yemen la estimación más elevada no supera los 500 seguidores- y con acciones en muchos casos sin mayores consecuencias directas -como el último atentado fallido contra un avión en EE. UU.-, Al Qaida alcanza logros de enorme trascendencia. En los frentes bélicos en Irak y Afganistán, por cada euro que invierte en preparación de su personal y en dotarlo de material ofensivo -habitualmente explosivos- consigue, según los cálculos más optimistas, destruir medios de los ejércitos adversarios con un valor mil veces superior. O acabar con la vida de un oficial o especialista cuya preparación supera fácilmente el medio millón de euros, logrando que hasta la OTAN, por primera vez en su historia, deba hacer frente a un serio déficit económico.
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Dispone de unas fuerzas que no dan el mismo valor a la vida humana, como muestra su proclividad al suicidio activo. No debe proporcionar logística alguna, ni ocuparse de la población de las áreas donde actúa, convirtiendo sus operaciones en enormemente rentables. Con un mínimo esfuerzo obtiene réditos fabulosos: hace que se extremen aún más las ya estrictas e incómodas medidas de seguridad; que los ciudadanos duden de la capacidad de sus gobiernos y de sus fuerzas de seguridad e inteligencia para garantizar su protección; que titubeen ante la conveniencia de mantener las actuales operaciones, y mucho más ante la perspectiva de abrir otra más. Y si para los occidentales es casi imposible infiltrarse en una célula relacionada con Al Qaida, mucho más viable resulta el caso contrario, como puede ser mediante la captación de algún soldado occidental que profese la religión islámica.
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Sus objetivos geopolíticos no son menos inteligentes. Yemen y Somalia ofrecen la capacidad para interferir el vital tráfico marítimo que cruza, pasando por el Golfo de Adén, el Canal de Suez. Desde territorio yemení amenaza directamente, nada menos, que a la principal fuente de crudo del mundo, Arabia Saudí, pudiendo llegar a desestabilizar todo Oriente Medio. En el Norte del Cáucaso puede cortar los oleoductos y gasoductos procedentes del mar Caspio, especialmente de Bakú. En Irak y Afganistán mantiene entretenidos, a un coste fabuloso, a decenas de miles de soldados occidentales. Tiene al nuclear Pakistán en jaque. Consigue que hasta la ayuda que con la mejor intención se ofrece a los gobiernos en apuros se transforme en una baza a su favor, al poder mostrar a sus correligionarios que son ‘apóstatas’ entregados a los ‘cruzados’.
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Nortecastilla (HT: La Yihad en Eurabia)
Recomiendo ir a leer el análisis completo, no tiene desperdicio.
1 comentario:
Muy buen artículo.
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