Eran los primeros tiempos del kirchnerismo en el poder, y escraches como ese, que terminó con el viejo Roberto Alemann ligando golpes de casualidad en la puerta, eran festejados por la progresía que sedeliraba con las promesas izquierdosas de la Juventud Maravillosa encaramada en el poder.
Ahora que se quedan sin cuerda, repiten el método y reparten palos para no escuchar lo que no quieren oir. Ni a Hilda, ni a los que critican al Indek, ni a los que se meten con la dirigencia K del curro del fútbol.
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