De espaldas al diálogo
Los principales representantes del oficialismo siguen dando muestras de desprecio por el debate de ideas
Una democracia sin diálogo es una democracia que conspira contra su esencia y razón de ser. Una democracia que funciona de ese modo es una escuela de intolerancia, no de la convivencia a la que aspiran la letra y el espíritu republicano de la Constitución de los argentinos.
Los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner no sólo se han caracterizado por el nepotismo, sino también por el común rechazo a las formas más naturales de la vida, que fomentan la voluntad y la aptitud de hablar a los otros y de escucharlos.
Su rasgo central ha sido un estilo hosco, en permanente impulso hacia la confrontación desacreditadora pero renuente al intercambio pacífico entre ideas contrapuestas.Durante mucho tiempo, el Gobierno ha pretendido sustituir el diálogo por un silencio sumiso en los sectores productivos. Debe celebrarse que, aunque tardíamente, desde no pocas agrupaciones empresariales, se haya abandonado todo temor a hacer públicos los cuestionamientos y a reclamar un nuevo estilo de gestión, basado en la búsqueda de consensos y en el respeto.
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