En 2004 el Diego de la Gente estuvo al borde de cesar de existir. Unos meses antes, el país había pasado por un trance parecido. Mientras Maradona estaba en manos de sus médicos-brujos escribí una comparación con el país, que sigue siendo patéticamente válida:
"Cada muerte de la Argentina es como una internación del Diego. Todos vemos por televisión. Todos esperamos de manera morbosa ver el capítulo del desenlace. Muchos acompañamos en las plazas, otros seguimos la crisis por TV. Pero pronto aparece el médico estrella, trae remedios mágicos, soluciones instantáneas. No hace falta esfuerzo, no hace falta cambiar nada, apenas unos días de descanso, un cambio de aires. Después del susto, cuando el pulso se ha restablecido, cuando la respiración se ha normalizado, el país vuelve a las andadas.
En este caso no hay abusos alcohólicos ni toxicológicos. No hay noches de desenfreno ni abusos físicos. Pero existe la misma creencia patológica en curas mágicas, en soluciones probadamente falsas, en chamanes y médicos brujos. Y existe también el “entorno”, no ya de amigotes y cortesanas, sino de sectores y corporaciones prebendarias, que –igual que los amigos del Diego- aprovechan los últimos recursos, las últimas oportunidades para pagar su propia fiesta.
Este entorno es el que ha convencido a muchos que el país puede recuperarse eternamente, y ha apuntado a los que disienten y señalan que el tratamiento es equivocado como antiargentinos y vendepatrias.
Tras la crisis de 2001, muchos analistas apuntaron al estado terminal de la República. Pero el entorno y también la mayoría prefirió sonreír, decir para si que “son cosas de la Argentina”, y esperaron que la naturaleza amortizara otra vez los excesos y volviera, a la corta a restablecerse cierto orden, y cierta apariencia de institucionalidad.
Pero el país, igual que el viejo ídolo, no es inmortal. En cada crisis se van sumando las secuelas: las funciones cerebrales se van mermando, la motricidad se ve afectada, los reflejos se ralentizan; pero parece no importar, igual se puede escapar a alta velocidad manejando una camioneta por la autopista.
En el país, las heridas y secuelas y consecuencias de cada crisis son menos visibles. Instituciones desprestigiadas, desconfianzas recíprocas, los resquemores, los enfrentamientos larvados, que tampoco parecen importar, son la etiología de crisis futuras." (completo, acá)
Me acordé de este articulito, ahora que suena por todos lados un excelente artículo de John Carlin y Carlos Pierini que usa el mismo paralelismo.
Pasaron seis años y seguimos igual, sin cambiar nada, y confiando en el médico brujo que nos dice que estamos bárbaro, y que con vicios y desarreglos somos unos ídolos sensacionales.
4 comentarios:
Simplemente... buenisimo!!
Y como canta Serrat, "nunca es triste la verdad lo que no tiene es remedio"(preperando mi mente para subirme al Delorean con el "doc" Emmett)
Hacia el futuro o hacia el pasado?
Preparate en serio, porque el shock va a ser durísimo.
Excelente, Rubén.
A veces me ilusiono pensando en que puede aparecer con fuerza el instinto de supervivencia de la corporación política y alcanzan un piso de racionalidad.
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