26/12/10
Por OSVALDO PEPE: SECRETARIO DE REDACCION DE CLARIN
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Del editor al lector
El odio es un ancestral sentimiento humano que desde los remotos tiempos de Caín y Abel no sólo expresa un rechazo visceral. En sus formas más patológicas también huele a muerte . Internet lo ha potenciado con el auge de las redes sociales y de los sitios que hacen de esa pulsión negativa su mejor bandera. El odio virtual no para de crecer. Un estudio que hoy difunde Clarín muestra que sus simientes criollas eligen los blancos preferidos en las comunidades judía, boliviana, paraguaya y musulmana ( Pág. 28 ) En el plano real , la proliferación de la violencia callejera, con sus secuelas de muertos y heridos es ya parte del paisaje. Pobres contra pobres, dicen los unos. Hay instigadores políticos, dicen los otros. Mientras el cruce de acusaciones se perpetúa, la violencia social y política (desde el asesinato aún impune del militante de izquierda Mariano Ferreyra hasta los estallidos de Villa Soldati, Villa Lugano y Constitución) angustia el fin de año de los argentinos que trabajan y ponen el lomo en serio por un país mejor. Y que se han vuelto azorados testigos de la virulencia de la palabra política.
No hay más adversarios, sólo enemigos. Traidores o herejes. El odio está entre nosotros : la Iglesia alertó en Nochebuena sobre los riesgos de “la fragmentación social”.
Nacha Guevara, icono rebelde de los 70, devenida candidata testimonial kirchnerista, cantaba aquella canción que decía:
“Con el odio acabaremos
qué paliza le daremos
no te gusta que te pegue
¡entonces muere, muere, muere!
para ver lo que han comido
la barriga le abriremos
con el odio acabaremos
la picana le pondremos
y si llora o si se queja
le arrancamos las orejas
viendo cómo se retuerce
cómo nos divertiremos
con el odio acabaremos” .
Cuarenta años han pasado. Parece que fue ayer.
Hoy no desentonaría . Para nada.
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