18 de diciembre de 2011
Nuestra universidad
Hace mucho que en el país no se discute en serio sobre nada. No hay proyectos sino soluciones de corto plazo, no hay visión estratégica, sino parches coyunturales.
La Universidad no se escapa de este panorama. Pero aún con sueldos infames, con estructuras absurdas, con un sistema de gobierno delirante, todavía sigue dándome algunas perlas de tanto en tanto, a pesar de los 28 años que llevo adentro.
El viernes -en una colación de grados- la primer sorpresa me la dió el discurso del Rector. Sorpresa enorme, al afirmar que es un error decir que la Universidad Argentina es gratuita, ya que hay alguien -millones- que la pagan. No es gratuita, pero es no arancelada. Lo mismo que le digo, año tras año, a los alumnos que me soportan.
La segunda fue haber sido elegido por Julia para que le diera su diploma. Julia es hija de un laburante paraguayo, que hace 28 años está en la Argentina. El padre trabajaba en obra, el hermano es capataz. Julia llegó a arquitecta.
De alguna manera ese trayecto representa en chiquito el de miles de hijos de inmigrantes que en las primeras décadas del siglo XX hicieron aquella argentina que después supimos demoler. Julia -y la Universidad en este caso- representa todo lo que el clientelismo, y el populismo, han demolido. El premio al esfuerzo, la posibilidad de mejorar, de ganar el terreno elevado.
Que los políticos no se den cuenta, que todavía queda ahí una posibilidad semejante.
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3 comentarios:
Dos buenas para rescatar el año.
Eso es lo que me machacaron en la Universidad Nacional de La... desde el primer día.
Explicación posible: es Facultad de Arquitectura, un poco menos contaminada de zurdoprogresismo que las facultades de Ciencias Sociales.
Queda esperanza entonces, Rubén, pero también es mérito tuyo que supiste transmitirle a Julia el interés de tu materia.
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