6 de septiembre de 2012

Épica infame


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1 comentario:

mega dijo...

El relato que venimos soportando desde que el kirchnerismo hizo su aparición en nuestras vidas, hace ya 10 años, es que a nuestro país lo destrozaron pura y exclusivamente los militares que usurparon el poder en la década del 70.

No hay responsables anteriores.

No hay responsables intermedios.

No hay responsables actuales.

Fueron ellos y nadie más que ellos.

Ése es el relato de la historia desde la óptica kirchnerista.

Y siguen machacando con lo mismo porque no tienen argumentos de peso para explicar lo que ya fue explicado oportunamente.

El kirchnerismo jamás supo lo que pasó en el país porque, como todos sabemos, la Pcia. de Sta. Cruz queda más allá de la Vía Láctea. NI ÉL ni ella, jamás tuvieron noticias de lo que pasaba en el país hasta que hicieron su aparición triunfal en Buenos Aires, de la mano de Duhalde en medio del caos organizado desde las sombras cuyo único fin era derrocar a De la Rúa.

Así fue como nos enteramos que los muertos de la resistencia deberían ser considerados héroes nacionales pese a haberse alzado en armas contra un gobierno democrático, demostrando que esos argentinos, eran de armas tomar ante situaciones tan extremas como el disenso. También supimos que más que querer vivir en un sistema republicano democrático como en el que vivíamos viviendo, lo mejor era la rebelión popular armada para imponer el comunismo.

Estoy harto de esto.

Del relato, de la mentira y de la tergiversación de la historia en beneficio propio.

Entonces, parafraseando eso de que ¨si usted no aporta una solución, es parte del problema¨, pregunto: ¿cómo se arregla esto del pasado, de la revolución autoritaria, del abuso en los derechos humanos y toda la perorata sin fin del FpV?. Nadie responde. Todos hacen mutis por el foro o elaboran las más disparatadas teorías sobre cómo salvar a la Argentina de un pasado que no se quiere olvidar de lo nefasto que fue.

Pues bien, la cosa es muy fácil.

Demasiado.

MATEMOS A VIDELA.

El gran genocida de la patria.

Dejemos de lado (como deberíamos hacer con el pasado) el juicio al que fue sometido y volvamos a juzgarlo, encontrándolo nuevamente culpable de los mismos y aberrantes delitos de lesa humanidad y en vez de condenarlo a cadena perpetua, que la sentencia sea morir bajo las balas de un pelotón de fusilamiento.

En una plaza pública.

Que bien podría ser Plaza de Mayo.

Y vayamos más allá aún: que el mismo tribunal que lo encontró culpable y lo castigó con esa pena, haga lo mismo con los demás miembros de la milicia de aquellos años. Y con su descendencia, por las dudas. Y con los pocos miembros de la ascendencia que quedasen vivos. Algo como lo que quiso hacer Herodes en Israel cuando ordenó matar a todos los recién nacidos. Es más: mandemos al paredón a todos aquellos, que, por ejemplo, se apellidasen Videla. Agarremos la guía telefónica y salgamos en búsqueda de todos los apellidados Videla.

Ups… mi madre se llama Videla, María Susana Videla.

Ok. Por el bien de la causa nacional, que pasen por las armas a mi vieja. Me la banco.

Lo hacemos. ¿Lo hacemos?. Lo hacemos y punto.

Y los que logramos esto, orgullosos de nuestro ser argentino, posaremos detrás de los cadáveres de los asesinos de la Patria, y nuestras patas, no estarán en las fuentes de la Plaza, sino en medio del inmenso charco de sangre de quienes se arrogaron el derecho a la vida y a la muerte en la foto que quedará para el recuerdo de las generaciones y que será relatada en los libros de historia por los siglos de los siglos.

Amén.

No hay más Videla en la Argentina.

Se acabó.

La lacra más inmunda de nacionales ha desaparecido de estas tierras, lo que nos permite respirar un aire más puro.

Si esto ocurriera realmente…digo, si fuera real y efectivamente que no quedasen más Videlas, ni Masseras, ni Agostis o quienes fueran… ¿cuál es el Plan B?.

Lamentablemente, no hay Plan B.

Todo se cae irremediablemente.

Se acaba el relato.

Y cuando se acaba el relato, la realidad te trae de nuevo al presente que perdemos todos los días y que se aleja cada vez más del futuro al que jamás llegaremos.