11 de septiembre de 2014

El Profeta de Las Pampas

"Razón tenía en este cálculo el Dr. Dídimo, si se atiende a que la biblioteca del British Museum contiene un millón y cien mil libros cuyo contenido ignora el Sr. Sarmiento; pero puesto que el Dr. Pizarro apela al testimonio de los que conocen al Sr. Sarmiento, daremos aquí el que de todos sus amigos, y es que desde que lo conocen lo han encontrado siempre leyendo, o escribiendo; que no pasea ni visita, ni asiste a teatros, ni banquetes, ni juega para divertirse; que hace medio siglo lee en francés, inglés, italiano, castellano, etc., todo lo que puede leer un estudioso; que sus bibliotecas contienen cuatro grandes estantes de libros ingleses y cuatro enormes de franceses, etc. Concédenle sus émulos talento (para negarle instrucción) y gran memoria para ocultar bajo esa palabra todo lo que ha leído, oído y escrito en sesenta años. En Estados Unidos sería citado con orgullo como un self made man. En Alemania, un tal hombre, sería tenido por sabio, como Lincoln, Franklin, Garfield y mil más. Aquí es un charlatán, y en Córdoba es reputado un animal".

"La escuela de hoy es el presupuesto de la política dentro de diez años, cuando los niños sean ciudadanos. ¿Creen Vds. que se podrá siempre falsificar elecciones y simular la voluntad de un pueblo sin voluntad? Un pueblo ignorante elejirá siempre a Rosas. Hay que educar al soberano".

"Tenemos tierra para dar hogar a los que nada poseen, mejoraremos las condiciones sociales de la gran mayoría y entraremos en la realidad de la república, por la educación y el bienestar, a fin de que los hereditariamente desvalidos empiecen a mirar al gobierno y a la patria como suyos."

Ricardo Rojas

2 comentarios:

Unknown dijo...

Sabias palabras las de Ricardo Rojas y más aún el pensamiento y acción de Sarmiento.

Se debe estar revolcando en su tumba si viera el mamarracho en que se ha transformado la escuela pública por la que tanto luchó.

BlogBis dijo...

En los últimos años Sarmiento se convirtió en mi figura favorita, a pesar de su preferencia centralista.
Especialmente porque no le esquivó al bulto cuando hubo que poner el cuerpo, a diferencia de Alberdi que se rajó cada vez que se las vio jodidas.