20 de diciembre de 2007

Salvador de la Patria?

Hace una semana o más, escribí sobre la indignación que me producía tener que leer al señor Duhalde autoglorificándose, y comparando su acción de instaurar el plan jefes y jefas como aquellas ayudas que brindaron los países de posguerra a sus ciudadanos. Lo que más me irritaba era la hipocresía de creerse quien solucionó un problema (la multiplicación de la pobreza e indigencia), cuando en realidad fue él quien la realizó luego de devaluación más fabulosa de la historia.

Hoy sale en La Nación una columna básicamente diciendo lo mismo que dije yo: que esa situación que Duhalde se vanangloria de solucionar, fue su obra.

Sucede que la devaluación inicial, de casi un 300%, que con el tiempo se redujo al 200% y se estabilizó en el actual 3 a 1, fue la causa del aumento extraordinario de la pobreza e indigencia, al sumir a millones de argentinos en la miseria más absoluta, como no se la conocía desde la hiperinflación de 1989.

Probablemente Duhalde no haya reparado en que, con su decisión monetaria, no hizo más que aplicar el ajuste más salvaje imaginable, que ni el FMI se animaba a proponer abiertamente, pese a que ésa es la política habitual de ajuste que pregona.

La devaluación reduce de modo inmediato el gasto público, los salarios y las jubilaciones medidos en dólares. Es el ajuste perfecto para ellos, porque elude las antipáticas discusiones sobre el nivel nominal de los ingresos en moneda local.

A la regresiva distribución del ingreso que toda devaluación implica a futuro, Duhalde agregó, además, una más regresiva aún distribución del stock de riqueza, al beneficiar con la pesificación 1 a 1 a los sectores más concentrados de la economía y cargar al resto con el peso de esa licuación, que, según las estadísticas del BCRA, puede estimarse en más de 55 mil millones de dólares, es decir, una tercera parte del PBI al que quedó reducida la Argentina después de la devaluación. En honor a la verdad, no hay evidencias que indiquen que el FMI haya apoyado también la pesificación.

Los hechos posteriores demuestran que la devaluación del dólar respecto del euro y de las demás divisas y el consecuente aumento de las materias primas tuvieron un rol determinante en la recuperación argentina, que no puede atribuirse seriamente al plan Jefes y Jefas de Hogar. A tal punto que sin cambiar el 1 a 1 hubiéramos podido superar la recesión sin provocar una depresión económica como la de 2002/2003 y, por lo tanto, sin provocar un insolente aumento de la pobreza e indigencia como el ocurrido en esos años. No hubiera sido necesario aumentar la deuda pública por la pesificación asimétrica y, por lo tanto, tampoco repudiar gran parte de nuestros compromisos a posteriori. Podríamos haber llegado al grado de inversión, como ya hizo Chile y hará, seguramente, Brasil, favoreciendo así inversiones que aumentan el nivel de los salarios reales.

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En los noventas al atar el valor del peso al dólar, y cerrarle la posibilidad al BCRA de ser una sucursal del PEN, teníamos una moneda en serio cuyo valor no erosionaba con el tiempo. Ahora tenemos un peso totalmente devaluado, cuyo valor seguirá decreciendo cuando los amigos del poder empiecen a pedir "depreciaciones competitivas", o digan que hay "atraso cambiario" para destruir aún más la moneda y disfrazar su ineficiencia e incompetitividad.

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