*Julio Bazán Álvarez
Definiciones:
Diálogo:
3. m. Discusión o trato en busca de avenencia.
Avenencia:
Avenencia:
1. f. Convenio, transacción.
El Ministro del Interior ha informado que” “…vamos a dialogar, pero un diálogo con sentido, para avanzar en el programa que recoge una demanda mayoritaria de la ciudadanía”. (Un cambio en el lenguaje: “el pueblo” se cambia por “la ciudadanía” igualmente vago y demagógico).
A raíz de esto hago la siguiente reflexión:
La Real Academia Española define al totalitarismo como: “1. m. Régimen político que ejerce fuerte intervención en todos los órdenes de la vida nacional, concentrando la totalidad de los poderes estatales en manos de un grupo o partido que no permite la actuación de otros partidos”.
Esta definición se refiere a sistemas políticos; distintos autores (generalmente de izquierda) los asimilan a los regímenes nazistas y fascistas del siglo XX. (Se olvidan de los totalitarismos socialistas).
Recurriendo a las definiciones que la RAE da de las palabras “total” e “ismos”. Define “total”: “General, universal y que lo comprende todo en su especie”. Por su parte define el sufijo “ismo”: “Forma sustantivos que suelen significar doctrinas, sistemas, escuelas o movimientos”. Nos permitimos, por tanto, sustantivar “totalismo”, que, si bien no está en el diccionario de la RAE, se usa en psicoterapia para la comprensión del sujeto en su totalidad, sin disgregar sus conductas, disociándolas de esa totalidad.
Como creencia o estructura psicológica, definiremos “totalismo” como una convicción compulsiva que hace que el individuo genere un pensamiento psicopolítico que lo comprende todo, es general, universal y, por lo tanto, exclusivo y excluyente que, por su esencia, tiende a ser dogmático.
El totalista está condicionado a imponer su visión del mundo y de la sociedad a todos, dado que esa visión lo comprende todo, lo soluciona todo, integra todo, teniendo como núcleo central su propio pensamiento y convicción. Es tal la fuerza de esta convicción que concluye, fatalmente, en que nada ni nadie puede resolver el problema vital de la sociedad sino él mismo..
La tendencia natural del “totalista” es conquistar, cada vez más, espacios de poder que le permitan imponer sus soluciones a los problemas derivados de la convivencia humana. El objetivo último es, obviamente, el poder total.
En la conciencia del totalista no cabe duda respecto de qué es lo conveniente para la vida de los demás y concluye, consecuentemente, que sólo él o ellos deben, desde el poder total, ordenar la sociedad sin importar los medios que empleen para ello. La secuencia del proceso conduce a realizar acciones para imponer su visión y, por tanto, sus soluciones de conductas y comportamientos, a todos. El totalista es un apóstol dogmático de la totalidad, de manera que no concibe que existan otras soluciones, en materias trascendentes o contingentes, que las que los totalisitas creen.
Surge, como lógica consecuencia, el totalitarismo, en que grupos organizados de totalistas, que comparten un mismo pensamiento orgánico, se hacen cargo de la conducción de las vidas de los demás componentes del cuerpo social.
Pero el totalitarismo se ejerce desde el poder político, no es posible que exista totalitarismo si no existe un Estado totalitario, es por tanto necesario que los totalistas accedan al poder, el proceso de este acceso es relativamente simple: en los programas que proponen existen soluciones para todas las aspiraciones de las grandes mayorías, sus propuestas son atractivas para el votante medio, que no hace análisis de factibilidad de esas propuestas, que vive agobiado por la falta de soluciones concretas a sus problemas y a sus aspiraciones personales y familiares básicos, las propuestas están impregnadas de la confrontación entre ricos y pobres, entre trabajadores explotados y empresarios “chupasangre” explotadores; comunicacionalmente se insiste en definir a los “ricos”, catalogando de “derechistas” a quienes tratan de factibilizar las propuestas sociales, políticas y económicas que los totalistas tratan de imponer, se produce un proceso psicosocial de la mayor trascendencia, los totalsitas consiguen el respaldo popular a sus propuestas de solución, al no lograr éxito con estas, no coligen que esta falta de éxito es el fracaso de sus ideas, concluyen que no ha sido posible lograrlo por razones externas a ellos, lo que los conduce a apropiarse del poder para tener el tiempo necesario que permita demostrar el éxito, se sigue un estado letárgico de los pueblos que, acompañado de la adicción al poder de los totalsitas que terminan transformados en totalitarios, sostiene el régimen totalitario…..hasta que cae después de grandes sufrimiento de aquellos que alienaron sus voluntades en favor de los totalistas y sus “utopías” imposibles de cumplir. Nace el socialismo real de Alemania Oriental, de la Unión Soviética, del Castrismo . El Siglo XX es rico en tales situaciones políticas y, más recientemente, vemos cómo se extienden en nuestra América expresiones renovadas de este ejercicio dialéctico.
La fuerza de la convicción totalista es extremadamente potente: todo les es aceptable para lograr los fines que su ideario totalista les impone, se transforman en dueños del Estado, de los bienes del Estado, de la maquinaria del Estado, los empleos del Estado son utilizados para conseguir, disponer y mantener el Poder. El fundamento del totalismo socialista es, desde un punto d vista filosófico, el Materialismo y el Determinismo Histórico, desde un punto de vista factual, ser representantes del “pueblo”, (Insisto, modernizado: ciudadanía) (en el lenguaje de izquierda, no es un ente claramente definido, sino una elucubración vaga y difusa):
Se llega así a una pregunta clave: ¿Puede existir un régimen político totalitario si no existe un pensamiento totalista encarnado en personas que determina la acción de esas personas?, ¿que dominan y controlan el Estado y que crean regímenes totalitarios? La respuesta es clara: no es posible.
Pero, surge una nueva y lacerante pregunta: ¿Puede el totalismo expresarse en formas más sutiles que la brutalidad de los regímenes “totalitarios” (nazismo, estalinismo, castrismo), dado que un régimen totalitario como los señalados se hace, prácticamente, imposible de implantar en el Chile de hoy?
Se puede.
La convicción totalista ¿Se extingue en democracia? es decir, en un régimen democrático ¿existen las creencias totalitas y, por consecuencia, las acciones que generan estas convicciones?
El concepto moderno de totalitarismo nace de la definición de Mussolini del “Gobierno Total”, es decir de la aplicación desde el Estado de la totalidad del pensamiento de una persona o de un grupo de personas en una sociedad determinada y, para esto, utilizar todos los medios necesarios, justificados por la certeza de que, el pensamiento orgánico de ese grupo de personas (totalismo), es el único aplicable para la “felicidad” social.
Si aplicamos estas reflexiones a la realidad chilena actual podremos encontrar signos evidentes de que el pensamiento totalista está plenamente actuante, que los partidos de gobierno consideran que son dueños de la verdad absoluta en materias contingentes que atañen a la vida personal de cada chileno. En definitiva, que son dueños del Estado y de la Nación.
El Siglo XX fue testigo de totalitarismos de distinto signo: nazista fascista y leninista estalinista.
Sin duda el totalismo socialista no murió con la transformación de Rusia, ni con la caída del muro de Berlín, sencillamente ha encontrado otras vías de acción. La democracia les permite actuar sin pudor en la expansión y ejecución del totalismo, de su ideario que condujo al régimen estalinista y al castrista.
Se trata de controlar a los poderes públicos con la “voz del pueblo”, (ahora también llamados los “movimientos sociales”.) Se generan organismos de fachada que dicen representar a determinados grupos sociales: se inicia una movilización social por un determinado tema de alta sensibilidad ciudadana, al movimiento se van adhiriendo los organismos de fachada que se autodefine como “actores sociales” (generalmente dirigidos por miembros del Partido Comunista), que imponen políticas públicas que representan el pensamiento totalista. Un ejemplo claro es la movilización iniciada por estudiantes para el mejoramiento de la educación, que no muestra caminos realistas para lograr un mejoramiento de la calidad, sino que se transforma en un petitorio de tipo político totalista en que se adoptan las posturas más extremas para dar la sensación que “el pueblo” (los ciudadanos), lo que quiere es la estatización y el control estatal de la educación. Cabe preguntarse ¿Cuál es el respaldo real que tienen estas posturas en la base social? ¿Se quiere legislar con imposiciones socialistas al Parlamento, abusando de una mayoría circunstancial? ¿Quién define el límite para estas acciones? ¿O será que el eslogan de que paguen los ricos para que tú tengas todo gratis es el programa de la actual presidenta aprobado por la mayoría de los votantes?
Si a lo anterior sumamos las prácticas comunicacionales dirigidas desde el Gobierno y desarrolladas a través de casi todos los medios de comunicación social por la manipulación del lenguaje periodístico, al margen de quienes sean propietarios de dichos medios, nos encontramos con el totalismo socialista instalado en la actualidad cotidiana penetrando mentes y pensamientos del ciudadano medio.
Si bien lo expresado en párrafos anteriores son expresiones del uso del poder por los totalistas no es, ni remotamente, lo más grave que pasa en Chile desde el punto de vista de lo tratado.
En efecto, las manifestaciones más graves y dañinas para nuestra sociedad son aquellas que se refieren a los cambios sustantivos que se impulsan para destruir los valores e instituciones que sustentan nuestra convivencia. La destrucción de la familia, el permanente ataque a las Instituciones, la destrucción sistemática y arrogante de lo que se ha hecho en Chile, la reinstalación de la lucha de clases como argumento de respaldo a sus propuestas.
Esto está pasando en Chile, hoy, en este momento, ha pasado en la Cámara de Diputados, pasa en el abuso que impone la mayoría parlamentaria, se manifiesta en la veneración del “programa”, que nadie conoció durante la campaña y que hoy aparece con propuestas que, en criterio de muchos y serios chilenos, son aberrantes.
El ministro Arenas no es demócrata. El ministro Peñailillo, no es demócrata, utilizan la predisposición al diálogo solo como un espacio para que se respalden sus programas dogmáticos.
Chile está en manos de los totalistas de izquierda.
* Julio Bazán Álvarez es autor de los libros "Lo Derrocó el Pueblo" y "¿Es Mapuche el Conflicto?". Ambos libros de la Editorial Maye.
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