Cuando yo era chico, afirmar que alguier era un banco, era extenderle un certificado de solvencia y respalo económico cuasi ilimitado. "Hiciste negocios con Fulano... ah, despreocupate, es un banco".
Con los años la comparación se puso peliaguda, tanto que si a alguien le decían en el 2001-2001 que era un banco, hubiera sido equivalente a una puteada de aquellas.
En los ochenta, aprendí que otro símbolo de solidez económica eran los estacioneros. Tener la licencia para una Estación de Servicio era un pase para el mundo del desahogo económico, el Mercedes, y como llegué a conocer , el avión privado. Un clink caja permanente que se multiplicaba sideralmente para los agraciados con el rol de distribuidor de combustibles. Eso también cambió, y no con los "nefastos años 90" sino con el absurdo control de precios impuesto por el gobierno, especialmente desde la llegada del Néstor.
Empecinado en mantener lo que el todopoderoso De Vido define como el costo argentino, prácticamente los combustibles no han variado de precio a pesar del aumento internacional del barril de petróleo, y de que los precios internos -incluidos sueldos- se duplicaron o triplicaron desde la salida de la convertibilidad.
La crisis del gasoil es uno de los aspectos de esa política, otro es que cada vez quedan menos estaciones de servicio, ya que muchísimas se han fundido por el achicamiento de los márgenes.
Los bretes que inventa el gobierno lo van encerrando despacito, despacito. Ahora, cuando insiste en que los precios de los combustibles están bien para el mercado argentino, los empleados de las estaciones piden un 19% de aumento.
Todo refuerza mi creencia que el día que pisen una cáscara de banana, el patinazo va a ser tan fuerte que no se si van a lograr levantarse.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario