29 de enero de 2007

Otras dos Botnias

Creo que era la época del tercer gobierno de Perón, cuando entre atentados y desbarajustes económicos crecientes, apareció el fantasma de las represas brasileñas. Los vecinos del norte iban a lanzar la construcción de Itaipú, y entonces iban a tener la llave para controlar "la canilla" del río Paraná.
Por aquellos años la preocupación no era ambiental sino que en el marco de lo que los cráneos de turno veían como la gran disputa geopolítica del país (Ratzel y Hausshofer mediante) se discutía en los diarios y en las revistas de actualidad qué cota debían tener las presas argentinas aguas abajo, para contrarrestar la sevicia brasileña, que seguramente nos dejaría en seco.
El llenado de Itaipú comenzó hace 25 años. Yaciretá recién se terminó en los años de Menem, y aún no llegó a su cota de diseño. Corpus quedó en el limbo de las obras nunca realizadas. Sin embargo, el Paraná sigue corriendo como siempre.
No pasó mucho tiempo hasta que nos enteramos que el enemigo no estaba en el norte, donde nos contaban que acechaba con radios que por las noches inundaban de portugués el éter, minando los cimientos de la argentinidad radioeléctrica, sino en el lejano Sur. Ahí, los chilenos estaban por consumar el peor de los despojos, al pretender tres islas que, ahora nos contaban, eran la llave para el control del Atlántico. Si el país perdía las islas Picton, Lennox y Nueva, ibamos camino a resignar Mar del Plata, y prácticamente no habría manera que los buques argentinos pudieran acercarse siquiera al estrecho de Magallanes.
Ni hace falta recordar que por las tres islas, estuvimos a un tris de ir a una guerra, aunque finalmente privó la cordura -o la cobardía, no sé- y la cosa se zanjó definitivamente con el Tratado de Paz y Amistad de 1984.
A veintitrés años, Punta Mogotes sigue siendo argenta, y los tremendos males para el país que predicaban desde el Senador Saadi en el '84, hasta un ignoto geopolitólogo que algún coronel trasnochado llevó de gira por los colegios rosarinos allá por el '77 no pasaron a concretarse.
Vale la pena acordarse de esos dos episodios, ahora que nuestros prohombres de la defensa del ambiente pronostican penares interminables, enfermedades bíblicas y la deshonra nacional para el caso que Botnia logre terminar su planta en Fray Bentos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

"minando los cimientos de la argentinidad radioeléctrica"
Buenísimo!!!

Francisco P.

Carlos dijo...

Ya lo he dicho otras veces pero en la época de la locura del Beagle y Malvinas , Carlos Escudé escribió un libro llamado "Argentina Paria Internacional" en el que habló del irredentismo nuestro de cada día. Ese libro le valió el mote de traidor. Era una competencia para ver quien era mas patriota. Imperaba un terrorismo intelectual y moral. Había que tener mucha personalidad y coraje para opinar en contra del patrioterismo
dominante.

Anónimo dijo...

La cuestión de las represas brasileñas empezó alrededor de 1970. Como en ambos países gobernaban los militares predominaba el pensamiento de confrontación latente que, del lado brasileño, venía impulsado por el Gral. Golbery de Couto e Silva quien había escrito "Geopolítica do Brasil" donde ponía que la frontera natural del Brasil era el río Paraná. Los militares nuestros saltaban hasta el techo de bronca y además el bueno de Nixon por esos años dijo que "hacia donde se incline el Brasil, se inclinará el resto de la América Latina". Nuevamente, los militares argentinos saltaron hasta el cielo de furia. Lanusse lanzó su gira latinoamericana (Chile, Uruguay,Paraguay,Bolivia, Perú, Colombia y Venezuela) cuya última visita fue Brasil y los militares brasileños señalaron que la gira de Lanusse era para tender un cerco de hispanoparlantes sobre su país. Ahora eran los garotos los que brincaban até o céu.
Visto a 30 años de distancia todo parece un gran disparate. Hoy parece evidente que en lugar de competir se debería haber cooperado entre los dos países (los tres, mejor dicho, contando a Paraguay) para aprovechar juntos el máximo del potencial hidroeléctrico del río.
En cambio, Brasil y Argentina se entregaron a una larga disputa que recién termina con los primeros acuerdos de integración de Alfonsín y Sarney en 1985.

En el caso de las papeleras, si se hubiera prestado atención a la historia, tal vez argentinos y uruguayos juntos hubieran buscado la mejor instalación para el mayor número de papeleras posible sin dañar el medio ambiente.
Lamentablemente, en el Río de la Plata siempre se prefirió tropezar 114 veces con la misma piedra.

YO (el enmascarado no se rinde)

Luciano A. Cingolani dijo...

Rubén,

Brasil nos iba a cortar el agua, pero no para tomársela ellos sino para que los yanquis la tuvieran más cerca para llevársela pa´l norte, vio!

Ahora no joden más con las radios fronterizas porque la invasión ligüística que se viene es el finlandés a lo largo de toda la costa del Uruguay.

Por Dios! Qué país de boludos...