31 de marzo de 2008

La plaza de Cristina

El Libro Negro de la Segunda Tiranía

El miedo del dictador

El miedo hace crueles a los déspotas.
Todo lo preparan para ser obedecidos y temidos, pero cuando sus arbitrariedades despiertan a los pueblos, no aciertan sino a dominarlos por el terror. Al tiempo que esto acontece, aquellos ya están atemorizados. No confían en la ley ni en los hombres, y tampoco en quienes los rodean. Saben que sólo se sostienen por la corrupción y la mentira, y que han de ser abandonados apenas estén en peligro. Llegados a este punto, no conciben otra defensa que la represión desproporcionada con la causa que los acobarda. Y así comenten los grandes crímenes.
No llegan a ellos de inmediato. Organizan previamente su sistema de intimidación individual y colectiva; disponen el espionaje, la delación, la formación de bandas armadas, la represión policial, las torturas. Retardan de tal modo la reacción del pueblo, pero a la vez contribuyen a hacerla más decidida. Cuando ésta estalla y comprueban el fracaso de sus métodos preventivos, se resuelven por los otros, por los violentísimos, por el "caiga quien caiga", de triste recordación.



El Culto de la Infamia
E. F. Sánchez Zinny

El clima de violencia y de terror se agudiza.

El 15 de abril de 1953 se organiza una concentración popular en la plaza de Mayo, para apoyar las violentas medidas ordenadas por el dictador. Era el momento de destacar el grosero placer con que el hombre manifiesta su brutalidad en alardes de violencia. Así lo expresaba cuando hablaba al público allí reunido por mandato de la C.G.T. En esas circunstancias estallaron dos bombas: una, en las proximidades de un conocido restaurante; y la otra, en la estación terminal del subterráneo, en los subsuelos de la plaza de Mayo. A consecuencia de las explosiones y de pánico producido, hubo varios muertos y un centenar de contusos. Los atentados fueron aprovechados para desatar las pasiones incontroladas y la palabra del dictador incita a la violencia. A la concentración siguió una dramática noche de asaltos e incendios.
La Alianza Nacionalista cumplió entonces su obra tarrorista, incendiando impunemente la Casa del Pueblo, sede del Partido Socialista; la Casa Radical, asiento de las autoridades de la U.C.R.; los locales del Partido Demócrata y del Comité de la U.C.R. de la provincia de Buenos Aires, el Petit Café, sito en la calle Santa Fe al llegar a Callao, y el Palacio del Jockey Club, en plena calle Florida. Cien mil libros de la biblioteca de la Casa del Pueblo fueron pasto del fuego y en el incendio del Jockey Club, las llamas devoraron verdaderos e irreemplazables tesoros artísticos, entre ellos seis obras pictóricas de valor incalculable, además de varios millares de libros de su notable biblioteca. El Círculo de Armas y el Club Universitario, que escaparon a la vandálica acción de los incendiarios, fueron intervenidos.
El nuevo Nerón debió sentirse satisfecho al vengarse de esta manera, no sólo de los opositores a su régimen despótico, sino de la cultura de la ciudad, exponente también adverso a un espíritu pleno de salvajes reacciones.
Otra hazaña de la Alianza Nacionalista y de las bandas organizadas y armadas de la C.G.T., fue la del 14 de agosto de 1945, agrediendo a balazos los edificios de La Prensa, La Razón y Crítica ante la benevolente actitud de la policía.

1 comentario:

Carlos dijo...

Con el peronismo en el poder no hay salida para el país.