Esta mañana escuchaba en Radio Mitre al periodista Valenzuela (en algún momento de mas afinidad con el gobierno apodado "Venezuela") lamentar que la dirigencia del país sea tan pobre que haya forzado la celebración dividida del 25 de Mayo.
Sucede que a esta altura es casi una satisfacción ver que hay dos actos. Uno con el poder político escapando de Buenos Aires, otro con el campo concentrado en una ciudad del Interior. A alguno le va a chocar esto, pero la realidad más allá de la ficción de historia que se armó para justificar el país que tenemos, es que aquel otro 25 lo que sucedió no fue más nuestro primer fragote municipal, exportado a sangre y fuego a las provincias.
En aquel 1810, empleando la excusa de sustituir a un rey prisionero, una elite porteña decidió que era momento que las provincias cambiaran de metrópolis. Y salieron de Buenos Aires soldados con armas y bagajes para convencer a palos a los otros Cabildos a adherir a la idea.
Santa Fe que tenía entonces una población ínfima fue virtualmente ocupada, y abolido el gobierno local para emplazar a un Teniente Gobernador que respondiera a la Junta.
Paraguay nunca suscribió al modelo, de ahí la Expedición del Ejército del Norte y la larguísima ninguneada a ese país, a pesar de que por otra vía también llegara a la independencia. Por eso la cruz a Artigas, que pretendía un modelo de federalismo militante, con su Liga de los Pueblos Libres.
Ya lo dije hace varios años. Prefiero el 9 de julio. Aunque quién sabe, a lo mejor este domingo haya otro motivo para recrear el carácter de fecha patria.
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