Un espejo para el Néstor

Parece que ayer, cuando en su afán de no desaparecer de las noticias, el Néstor se apareció en el acto de la Plaza de Mayo que organizó la militancia tarifada para mostrar que alguien todavía está con la primera dama del PJ, lo hizo a los gritos, asegurando "Perón soy yo".

La cosa no pasaría de la anécdota si no reflejara en esa desmesura, en esa falta de escala, la grosera falta de comprensión de la realidad en que se encierra el kirchnerismo.

Es evidente que los años de concentrar el poder en Santa Cruz, la llegada de chiripa a la presidencia en 2003, y cuatro años en los que pareció -remarco lo de pareció- que el sistema santacruceño podía traspolarse a todo el país, le hicieron creer a esta banda de mediocres, corruptos y apretadores, que podían constituirse en la versión renovada de esa entelequia, esa nada conceptual que abraza tanto pelotúdo importante bajo el rótulo de "movimiento nacional", sustentado por un elusivo "pensamiento nacional y popular" que a esta altura viene a ser el manual de cómo sobrevivir sin laburar y gastando lo que otro se esfuerza en ganar.

Perón tuvo muchas, muchísimas fallas. Pero no se le pueden negar habilidades extremas en el manejo de la imagen, del discurso, de la estrategia. Con todo, es una figura de innegable estatura histórica, que logró sumar el apoyo de medio país y proyectar una sombra que todavía dura en la política argentina.

Este tipo en cambio es solamente un oportunista al que sucesos desafortunados pusieron al frente del país, y en un momento en que la situación internacional le puso en bandeja la oportunidad de cambiar al país, sólo creó divisiones, enfrentamientos y odio, el único punto en que puede encontrar algún parecido con el General, pero que a diferencia de su "modelo" va a ser tragado en la noche de la historia, en el preciso momento en que no pueda solventar ni a los aplaudidores que paga, ni pueda garantizar la impunidad de la banda que lo secunda.