Veo que en El Opinador, Luis se pregunta si es posible volver de los repetidos papelones institucionales que se ven en estos días.
A esta altura, hay que ir aceptando que lo que se ve en estos días no es una rareza, y que al contrario, reafirma una tradición histórica. En el territorio que quedó de lo que fue el Virreinato del Río de la Plata, desde 1810 hasta ahora, la violación sistemática de las leyes es una constante.
Senadores y diputados que hoy representan a una provincia y mañana a otra? Eso se ve desde la revolución de mayo... y peor: algunos fueron gobernadores de una provincia hoy y de otra mañana.
Gobernantes especulando con su poder en beneficio propio? Urquiza es ejemplo primero como empresario del Puerto de Rosario siendo presidente, o después como proveedor de caballadas al Ejército Nacional siendo gobernador de Entre Ríos.
Intentos de manipular la historia? Nadie mejor que Mitre, presidente y reescribidor oficial del siglo XIX completo, como herramienta de autojustificación.
Aliados de ayer enemigos mortales hoy? Pienso en López y Ramírez, y en la cabeza del entrerriano exhibida en el Cabildo de Santa Fe. No se me ocurre pelea política actual que se le compare.
Negociados con tierras fiscales? La Larga, La Paz y La Argentina son toda una definición.
Control de la opinión pública? Antes de la Constitución, Rosas escribía él mismo lo que debían publicar los pocos diarios autorizados, incluso el British Packet. Perón acá nomás hizo un máster en la persecución a la prensa opositora.
Verdadero federalismo? Creo que nunca, ni siquiera en tiempos de la Confederación. Los prohombres del ochenta se cagaron en el interior y promovieron golpes y fragotes, y cuando les falló mandaron directamente al Ejército. El peronismo -tan federal, vea- manejó las intervenciones a gusto y placer del General. El record es de otro demócrata: Yrigoyen, que nada menos que 20 veces en seis años se ciscó en el voto provincial.
Interpretarse como encarnación iluminada del pueblo, y no como su servidor: casi todos, desde Mitre con su Partido de la Libertad (definido como conservador y revolucionario a la vez, jé), al PAN, de ahí a Yrigoyen (que se presentó en su discurso inaugural como el reconstructor de la moral y el espíritu de la Nación), luego Perón... y casi todos los que siguieron, epitomizados en el delirio kakista.
A esta altura uno se pregunta cómo llegamos a donde llegamos con apenas escasos intervalos de lucidez colectiva. Se ve que en serio, este es un país generoso.
1 comentario:
Muy duro, Rubén. De todos modos, pese a todo, en algún momento el país funcionaba, crecía, progresaba. Me conformaría con volver a esos años.
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