Bueno, Uruguay quedó fuera de la final, pero insisto en un episodio que no deja de sorprenderme y que ya comenté en otro post.
Antes de la etapa de los penales en el partido entre Uruguay y Ghana, el “Maestro” Tabárez le dice a sus dirigidos: “Tranquilos... ya no importa. Ya no importa”. Me quedé helado al ver esa escena. ¿Uruguay se jugaba el pase a semifinales por penales y su propio DT les decía a los de la Celeste que ya no importaba, que con haber llegado a cuartos alcanzaba?
¿Imaginan ustedes a un DT argentino diciendo lo mismo? Como mínimo, lo lincharían por “pecho frío”, por falta de “hambre de gloria” o lo que se les ocurriera. A la Argentina no le importa haber quedado quinto y tener veintisiete seleccionados, varios de ellos “grandes”, abajo en el Mundial. Pareciera como que si no se levanta la Copa, estamos ante un fracaso.
Lo sorprendente es que Uruguay no es un país que debuta en el Mundial y que en principio puede darse por satisfecho. Uruguay tiene exactamente los mismos grandes títulos que la Argentina usa para reclamar su condición de “potencia futbolística”: dos Mundiales (1930 y 1950), dos oros en los Juegos Olímpicos (1924 y 1928) y catorce Copas América. De hecho, como sus triunfos olímpicos preceden a la existencia de los Mundiales, para Uruguay son tan válidos como los Mundiales que ganó; de ahí las cuatro estrellas en el escudo de la AUF. Ese es un mérito que la Argentina, con sus oros tardíos de 2004 y 2008, no puede reclamar.
¿Por qué Uruguay estaba dispuesto a conformarse con lo que en la Argentina hubiera sido un “fracaso”? Porque Uruguay sabe que a pesar de todos esos títulos y logros, ya no es una potencia futbolera ni por asomo, ya no tiene derecho a codearse entre los grandes excepto en la medida en que se los gane. Tuvo todos esos títulos, pero en los últimos veinte años apenas entró en tres Mundiales (y lo máximo que logró fue entrar en los octavos de Italia 90) y se quedó afuera de otros tres.
Y es por eso que los muchachos de Tabárez ya son héroes del fútbol uruguayo, aún cuando lo mejor que pueden lograr sea ir por el tercer puesto. Y es por eso que un amigo y colega uruguayo, que en sus casi treinta años de vida nunca había visto pasar de octavos de final a su Uruguay dos veces campeón mundial y dos veces campeón olímpico, estaba emocionado hasta las lágrimas con la victoria del viernes.
Remarco este ejemplo porque en materia futbolística estamos más cerca de ser como Uruguay que como Brasil, a pesar del patrioterismo imperante. ¿No me creen? Ya hay toda una generación de argentinos, la mía, que no sabe de triunfos mundialistas o victorias épicas, sino de excusas y chivos expiatorios para tapar desempeños mediocres: llámense penal de Codesal, complot de Havelange para cortarle las piernas a Diegote, machete de Lehmann o profecías del pulpo Paul. Y como sigamos así, será sólo la primera de muchas generaciones.
Y trato este tema porque así como hay argentinos que desvarían con la idea de que somos una potencia del fútbol, hay muchísimos otros que están convencidos de que somos “un gran país” o incluso un país rico a pesar de la miseria y decadencia que nos rodea. Al igual que con el fútbol, los habitantes del “octavo país más rico del mundo en 1910” prefieren consolarse creyendo que estamos mal por culpa del imperialismo yanqui, del Mercosur o de las reformas neoliberales de los '90, pero nunca por nuestra propia mediocridad, o por las dirigencias corruptas y anquilosadas que desde hace décadas que sólo saben afanar y destruir. Y que están tanto en la AFA como en todos los niveles de gobierno.
Podrían escribirse posts mucho más largos que éste detallando la tremenda similitud entre el enfoque que los argentinos tenemos sobre el fútbol y la forma en que vemos el lugar que ocupa nuestro país. Me voy a limitar a decir que si hacemos el esfuerzo de olvidarnos de las excusas y de las teorías conspirativas, la triste realidad es que no somos ni un país rico ni una potencia futbolera. En ambos casos somos como esos ricos o nobles venidos a menos que pretendemos respeto y miedo agitando pergaminos viejos que ya no podemos respaldar.
Y no sirve de nada decir que tenemos a Messi o a los mejores delanteros del mundo, o que tenemos los campos más fértiles de la Tierra y los cuatro climas, porque si no podemos traducir esos recursos en resultados, si no podemos aprovechar lo que tenemos para verdaderamente llegar a ser grandes, entonces más valdría no tenerlos, porque mantienen una idea de riqueza y de éxito que es ficticia, en lugar de ayudarnos a reconocer nuestra realidad y trabajar para superarla.
Y es exactamente igual de inútil y falso decir que tenemos “hambre de gloria” como decir que “estamos condenados al éxito”. Ambas frases no significan nada: el éxito es el resultado del esfuerzo personal o colectivo, no un derecho que podemos reclamar “a lo peronista”. Y la gloria se conquista, no se la recibe por las simples ganas que se tengan o el mérito que se crea tener. La gloria y el éxito son el resultado del laburo, no de las cábalas o de la “mística” o de la pavada que se quiera proclamar.
Sostener que el único resultado aceptable es ganar la Copa o ser “una potencia” impide valorar de manera realista los logros más modestos que sí podemos alcanzar. Hasta tanto no asumamos nuestra realidad, nuestra situación de país en decadencia social, económica y política, y que en lo futbolístico todavía intimida pero no concreta, nos vamos a tener que acostumbrar a rememorar las glorias pasadas, seguir venerando a Diegote a falta de nuevas figuras y triunfos, y añorando las épocas de una potencia que ya no es.
Tal vez hagan falta más derrotas humillantes por goleada como la del sábado ante Alemania para empezar a asumir esta realidad en el fútbol, porque no sería descabellado pensar que sólo vamos a tener una idea cabal de nuestra decadencia nacional el día que ni el fútbol nos sirva para esconderla.
Es probable que analizar a un país a partir del deporte sea cuestionable, pero en la medida en que una sociedad elige a un deporte como corporización de su ser nacional y de su perspectiva de vida, hacer estos análisis es pertinente. Al respecto y aunque ahora sea trillado, no puedo dejar de recomendar la lectura de “El Factor Humano”, porque el caso de Sudáfrica y de cómo el rugby fue usado para el cambio político y para la reconciliación nacional es sencillamente magistral.
Voy a creer que estamos en camino de ser un gran país el día que vea a un director técnico argentino diciéndole a la Selección en un partido de cuartos de final que “ya no importa” porque lo hecho ya es un gran logro.
Antes de la etapa de los penales en el partido entre Uruguay y Ghana, el “Maestro” Tabárez le dice a sus dirigidos: “Tranquilos... ya no importa. Ya no importa”. Me quedé helado al ver esa escena. ¿Uruguay se jugaba el pase a semifinales por penales y su propio DT les decía a los de la Celeste que ya no importaba, que con haber llegado a cuartos alcanzaba?
¿Imaginan ustedes a un DT argentino diciendo lo mismo? Como mínimo, lo lincharían por “pecho frío”, por falta de “hambre de gloria” o lo que se les ocurriera. A la Argentina no le importa haber quedado quinto y tener veintisiete seleccionados, varios de ellos “grandes”, abajo en el Mundial. Pareciera como que si no se levanta la Copa, estamos ante un fracaso.
Lo sorprendente es que Uruguay no es un país que debuta en el Mundial y que en principio puede darse por satisfecho. Uruguay tiene exactamente los mismos grandes títulos que la Argentina usa para reclamar su condición de “potencia futbolística”: dos Mundiales (1930 y 1950), dos oros en los Juegos Olímpicos (1924 y 1928) y catorce Copas América. De hecho, como sus triunfos olímpicos preceden a la existencia de los Mundiales, para Uruguay son tan válidos como los Mundiales que ganó; de ahí las cuatro estrellas en el escudo de la AUF. Ese es un mérito que la Argentina, con sus oros tardíos de 2004 y 2008, no puede reclamar.
¿Por qué Uruguay estaba dispuesto a conformarse con lo que en la Argentina hubiera sido un “fracaso”? Porque Uruguay sabe que a pesar de todos esos títulos y logros, ya no es una potencia futbolera ni por asomo, ya no tiene derecho a codearse entre los grandes excepto en la medida en que se los gane. Tuvo todos esos títulos, pero en los últimos veinte años apenas entró en tres Mundiales (y lo máximo que logró fue entrar en los octavos de Italia 90) y se quedó afuera de otros tres.
Y es por eso que los muchachos de Tabárez ya son héroes del fútbol uruguayo, aún cuando lo mejor que pueden lograr sea ir por el tercer puesto. Y es por eso que un amigo y colega uruguayo, que en sus casi treinta años de vida nunca había visto pasar de octavos de final a su Uruguay dos veces campeón mundial y dos veces campeón olímpico, estaba emocionado hasta las lágrimas con la victoria del viernes.
Remarco este ejemplo porque en materia futbolística estamos más cerca de ser como Uruguay que como Brasil, a pesar del patrioterismo imperante. ¿No me creen? Ya hay toda una generación de argentinos, la mía, que no sabe de triunfos mundialistas o victorias épicas, sino de excusas y chivos expiatorios para tapar desempeños mediocres: llámense penal de Codesal, complot de Havelange para cortarle las piernas a Diegote, machete de Lehmann o profecías del pulpo Paul. Y como sigamos así, será sólo la primera de muchas generaciones.
Y trato este tema porque así como hay argentinos que desvarían con la idea de que somos una potencia del fútbol, hay muchísimos otros que están convencidos de que somos “un gran país” o incluso un país rico a pesar de la miseria y decadencia que nos rodea. Al igual que con el fútbol, los habitantes del “octavo país más rico del mundo en 1910” prefieren consolarse creyendo que estamos mal por culpa del imperialismo yanqui, del Mercosur o de las reformas neoliberales de los '90, pero nunca por nuestra propia mediocridad, o por las dirigencias corruptas y anquilosadas que desde hace décadas que sólo saben afanar y destruir. Y que están tanto en la AFA como en todos los niveles de gobierno.
Podrían escribirse posts mucho más largos que éste detallando la tremenda similitud entre el enfoque que los argentinos tenemos sobre el fútbol y la forma en que vemos el lugar que ocupa nuestro país. Me voy a limitar a decir que si hacemos el esfuerzo de olvidarnos de las excusas y de las teorías conspirativas, la triste realidad es que no somos ni un país rico ni una potencia futbolera. En ambos casos somos como esos ricos o nobles venidos a menos que pretendemos respeto y miedo agitando pergaminos viejos que ya no podemos respaldar.
Y no sirve de nada decir que tenemos a Messi o a los mejores delanteros del mundo, o que tenemos los campos más fértiles de la Tierra y los cuatro climas, porque si no podemos traducir esos recursos en resultados, si no podemos aprovechar lo que tenemos para verdaderamente llegar a ser grandes, entonces más valdría no tenerlos, porque mantienen una idea de riqueza y de éxito que es ficticia, en lugar de ayudarnos a reconocer nuestra realidad y trabajar para superarla.
Y es exactamente igual de inútil y falso decir que tenemos “hambre de gloria” como decir que “estamos condenados al éxito”. Ambas frases no significan nada: el éxito es el resultado del esfuerzo personal o colectivo, no un derecho que podemos reclamar “a lo peronista”. Y la gloria se conquista, no se la recibe por las simples ganas que se tengan o el mérito que se crea tener. La gloria y el éxito son el resultado del laburo, no de las cábalas o de la “mística” o de la pavada que se quiera proclamar.
Sostener que el único resultado aceptable es ganar la Copa o ser “una potencia” impide valorar de manera realista los logros más modestos que sí podemos alcanzar. Hasta tanto no asumamos nuestra realidad, nuestra situación de país en decadencia social, económica y política, y que en lo futbolístico todavía intimida pero no concreta, nos vamos a tener que acostumbrar a rememorar las glorias pasadas, seguir venerando a Diegote a falta de nuevas figuras y triunfos, y añorando las épocas de una potencia que ya no es.
Tal vez hagan falta más derrotas humillantes por goleada como la del sábado ante Alemania para empezar a asumir esta realidad en el fútbol, porque no sería descabellado pensar que sólo vamos a tener una idea cabal de nuestra decadencia nacional el día que ni el fútbol nos sirva para esconderla.
Es probable que analizar a un país a partir del deporte sea cuestionable, pero en la medida en que una sociedad elige a un deporte como corporización de su ser nacional y de su perspectiva de vida, hacer estos análisis es pertinente. Al respecto y aunque ahora sea trillado, no puedo dejar de recomendar la lectura de “El Factor Humano”, porque el caso de Sudáfrica y de cómo el rugby fue usado para el cambio político y para la reconciliación nacional es sencillamente magistral.
Voy a creer que estamos en camino de ser un gran país el día que vea a un director técnico argentino diciéndole a la Selección en un partido de cuartos de final que “ya no importa” porque lo hecho ya es un gran logro.
17 comentarios:
Hablo sólamente del fútbol, en el ambito político somos de décima, no tiene nada que ver una cosa con la otra.
Muy buen post, coincido en todo.
Vi el partido de Uruguay, y la actuación del equipo fue meritoria. Cayeron con todos los honores, y mostraron categoría de equipo. Es para que se sientan orgullosos.
Excelente post, Mayor.
Martín, en principio y si lo vemos desde el punto de vista de país proveedor de talentos, Argentina calificaría como potencia. Tenemos todo lo que vos decís: una cantidad de talentos excepcionales que brillan en las ligas más importantes del mundo y que muy pocos países alcanzan a igualar.
Ahora, ¿cómo traducimos eso en resultados? Y por resultados digo: equipos respetados y respetables, conducciones técnicas sólidas, innovación táctica, y por sobre todo, campeonatos.
La Selección mayor no gana NADA desde la Copa América de 1993; casi que ni deberían contarse los triunfos olímpicos por las restricciones que impone el fútbol olímpico (por ejemplo, la exigencia de que sólo puede haber tres jugadores de más de 23 años de edad por equipo). No supera los cuartos de final de un Mundial desde 1990. Se quedó afuera en la primera ronda de un Mundial en 2002. Entró de pedo en 2010 y se fue en cuartos con un conjunto de jugadores (porque lo que jugó hasta el sábado pasado no era un equipo) envidiable pero desperdiciado.
Salvando las distancias, ni ser un semillero de jugadores prodigiosos te convierte en potencia del fútbol (miremos todos los países africanos que exportan jugadorazos, por ejemplo), ni tener recursos naturales a rolete te convierte en un país rico. En ambos casos, lo que hace falta es transformar esos recursos humanos y materiales en resultados, llámese campeonatos o posiciones altas, o mejores estándares de vida para su población. Y en ambos casos la Argentina viene fracasando estrepitosamente.
La calidad de la participación en un Mundial de una potencia futbolística no puede depender de que justo ese día sus jugadores "estrella" anden inspirados o no.
Alemania no tenía ni por asomo "estrellas" del nivel que le puso enfrente Argentina, e igual nos pasó el trapo. Esa es la diferencia entre un semillero y una potencia. Y la diferencia humana y cualitativa entre Joachim Löw y Diegote Maradona es la misma que separa a Angela Merkel de Cristina Kirchner.
Saludos
En futbol argentina cayó en la especialización: Tenemos todos los goleadores, pero no tenemos mediocampistas (excepto masche) ni defensores que estén en el mismo primer nivel que los milito, messi, higuain o tevez.
Generamos y vendemos grandes delanteros, pero no logramos generar grandes equipos.
Lo nuestro es un monocultivo futbolero, Sine. Apropiado para la república bananera en la que nos convertimos.
Es cierto lo que dice Sine, para la potencia que pretendemos ser, es notable la falta que tenemos de defensores (en particular laterales con proyección) y mediocampistas. Tenemos la mejor pólvora, pero nada más, con eso solo no hacemos mucho, más allá de alguna explosión ocasional.
En realidad viendo lo mal que se vienen haciendo las cosas por lo menos desde 1993, no es alocado decir, como los resultados lo reafirmaron ya 3 veces, que estamos entre los 8 mejores del mundo, llámese o no potencia. Nuestra falta de humildad (a diferencia de los uruguayos) nos impide conformarnos con eso, pero tampoco es una ubicación despreciable. Se puede discutir si lo de 1978-1990 es historia en blanco y negro como la de Uruguay, o si se acerca más a nuestra realidad actual. Lo cierto es que aún sin poder repetir esos resultados por 20 años, la cabeza de grupo nos la siguen dando y los demás países siguen deseando no ser sorteados en nuestro grupo o cruzarse temprano con nosotros en segunda ronda, lo mismo que con Brasil.
Lo de Uruguay me terminó pareciendo muy rescatable. De todos modos no olvidemos que le tocó un grupo parejo y unos cruces de segunda ronda accesibles. Lo que a primera vista era difícil (el grupo) lo resolvió fácil y lo fácil (Ghana y Korea) le costó horrores superarlo. Argentina también habría llegado a semifinal por ese camino, pero no mucho más. Y jugando como el otro dia, tampoco habría hecho una semifinal tan digna como la de Uruguay.
Las aspiraciones sudamericanas terminaron al chocar básicamente con 3 equipos: Holanda, España y Alemania. Unos los encontrar en primera fase, otros en cuartos y solo uno en semifinal.
con Uruguay afuera ahora voy con Alemania, nada más que para que no entre uno nuevo en el selecto club de los campeones.
No digo que sea "despreciable" lo que logra la Argentina en los Mundiales, Marcos, a lo que apunto es que si fuéramos un poquito (o bastante) más humildes, más o menos como los uruguayos, nos daríamos cuenta de dos cosas: 1) que en los Mundiales no nos va tan mal, y 2) que no somos tan grandes y potentes como creemos ser.
O sea, nos va bien, pero no como para justificar los desvaríos que en cada Mundial nos hacen creer que nos llevamos puestos a los otros 31 equipos. Nuestros logros de estar entre los ocho mejores serían mejor valorados por lo que son si no existiera una percepción tan desproporcionada del poderío argentino y se lo supiera apreciar mejor, con sus logros y fallos.
En los Mundiales que vinieron después del '90 (y sin contar a Holanda o a España si mañana da el batacazo) sólo hubo cuatro equipos que llegaron a la final: Brasil, Alemania, Francia e Italia. Y Argentina no sólo no estuvo ahí sino que ni siquiera estuvo entre los que disputaron tercer o cuarto puesto. Duele cuando lo tenemos que comparar con las otras potencias.
La Albiceleste todavía impone respeto, los otros equipos prefieren no cruzarnos y seguimos siendo cabezas de serie, pero me temo que esa situación no se va a prolongar mucho más si los problemas que todos conocemos (sobreproducción de delanteros, ausencia de un equipo coherente, etc.) siguen dando resultados magros que no respalden nuestra imagen de potencia.
En vez de ilusionarse y desvariar con ganar Mundiales que se nos aparecen cada vez más esquivos, pienso que la AFA debería plantearse como objetivo serio llegar a la semifinal en Brasil 2014. Si vamos más lejos, tanto mejor, pero dado nuestro historial reciente, ya sería un triunfo romper la mufa de los cuartos. Y una Copa América no vendría mal.
Es que la calidad del fútbol no se mide solamente por la performance de las selecciones, a nivel clubes Argentina esta por encima de Brasil, mientras que a nivel selección el que domina es Brasil, una situación inversa se daba en los 70 y 80 cuando los clubes brasileros ganaban todo y la selección argentina era protagonista en los mundiales.
Mayor, coincido, va haber que valorar lo obtenido y moderar las expectativas, y creo que este mundial (más que el de 2006) va a servir para eso. Fue demasiado evidente la superioridad alemana como para que alguno vaya a creer que ahora nos quedamos afuera por poquito. A esta altura semifinal es un objetivo más realista, aunque ambicioso si seguimos sufriendo el karma de enfrentar una potencia en cuartos de final, algo prácticamente imprevisible. Lamentablemente, cuando tuvimos oportunidad de no cruzar una potencia en cuartos, como en 1994 (Nuestro verdugo, Rumanía, chocó con Suecia) y 2002 (Suecia chocó con Turquía), la desaprovechamos quedándonos afuera antes.
Aca paso mucho tiempo antes de liberarnos de la mochila del Maracanazo del 50 (que todavia les duele a los brasucas)...pero al final nos dimos cuenta de que hay que rompernos el orto calladamente para llegar a algo como estos botijas lo hicieron...¿que nos tocaron cruces papas? verdad...pero nunca nada nos fue facil, y muchas veces le haciamos partido al mas pintado y marchabamos con el mas mema....igual,si el partido duraba 2 minutos mas los clavabamos...
PD:este link es de los que te debe de gustar para postear en el blog ,un abrazo.
http://www.vanityfair.com/online/fairplay/2010/07/uruguay-the-only-civilized-latin-americans.html
Mayor, para un deportista, si no ganás es un fracaso.
No entro a una cancha si no es con la intención de pasar por encima a mi rival (siempre en buena ley) y si no lo consigo lo considero un verdadero fracaso, me martillo la cabeza toda la semana y me desespero por el momento de la revancha.
Si un compañero mío no piensa así no se lo perdonaría.
El deporte es así, es competencia. No es por exitismo ni para llenar las tapas de la revista gente, sino que el deportista siempre quiere ganar y nunca conformarse. O por lo menos debería.
Doble Doble V, no niego que sea así para los deportistas. La cosa es si tiene que ser así para la sociedad argentina. No dudo que Messi, Tévez, Higuaín, Romero o incluso Maradona se estén reventando la cabeza con lo que pasó el sábado. Pero ellos, si son buenos deportistas y en el caso de los cuatro primeros no tengo nada que me haga dudar que sea así, tienen todo el derecho del mundo a pensar que fracasaron porque fueron ellos los que jugaron el partido con toda la intención de ganar sólo para caer por ese resultado. Así es el deporte, como bien decís.
La cosa es con nosotros. ¿Tenemos los cuarenta millones de argentinos que no jugamos en Ciudad del Cabo el sábado, o los equipos técnicos que preparan a la Selección para competencias como esta, que considerar esto como un fracaso? Depende de cómo lo consideremos. Si vemos a la Selección como un equipo que no podía volver de Sudáfrica sin la Copa, entonces es un fracaso. Pero si vemos a la Selección como un equipo importante y grande que no anda del todo bien, ahí se puede reevaluar mejor lo que pasó.
Si seguimos pensando que somos campeones del mundo, no lo vamos a ser más. Si queremos volver a levantar la Copa, lo primero que hay que hacer es asumir que no estamos en condiciones de hacerlo hoy, determinar por qué, y trabajar para tener mejores resultados en 2014.
El dolor y la bronca de los que se fueron contra Alemania en 2006 y en 2010 es exactamente el mismo. Lo que no puede ser igual es la lectura que se saque de ambos resultados. En 2006 se le peleó a Alemania y se la llevó a definir por penales. El sábado ni siquiera pudimos meter un gol por el honor.
Los jugadores tienen todo el derecho del mundo a sentirse destrozados y a ellos no se les puede perdonar caer en actitudes de pechofrío, hasta ahí coincidimos. Pero ellos son los únicos que pueden hacer eso, porque fueron los que jugaron el partido. El resto de nosotros, especialmente los que se dice que manejan el fútbol argentino en la AFA, tienen que pensar fríamente y trabajar para que la Selección de 2014 no tenga que sufrir la bronca y la decepción que viven hoy los jugadores argentinos.
Saludos.
Si lo miramos desde el punto de vista del fútbol, diez puntos. Ahora, si lo vemos desde la óptica del desarrollo del país, veinte puntos.
Porque para tener éxito en cualquier emprendimiento, hay que saber que el azar sólo interviene en algunos juegos que pueden ser o no ser, pero en todo lo demás hay que invertir conocimientos (inspiración) y esfuerzo (transpiración). Es decir, planeamiento cerebral y dedicaión corporal. Sin eso, tirar la moneda y rezar para que salga cara. "Estamos condenados al éxito", "Dios es argentino" o lo del "hambre de gloria", sólo son frases para engrupir a la gilada. En tanto no hagamos algo más que vivir de los recuerdos de un pasado mejor, seguiremos teniendo hambre, y no sólo de gloria y lamiendo ls heridas de todo el sufrimiento que dejan las derrotas.
Hoy no estamos entre los mejores países del mundo como suelen decir los que engatusan a los bobos, y vamos en descenso directo y apresurado por la aceleración de la gravedad directos a la base de la escalera.
Serrat decía que cuando uno está en el fondo, lo único que le queda es subir. Lástima haber esperado a llegar allí para intentar algo.
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