Como diría Louis Cyphre, "qué momento"

Al parecer y después de varias movidas raras y negaciones menos creíbles que las excusas de Boudou por sus chanchadas en Ciccone, Rusia directamente se mandó a invadir Ucrania.

Todo el episodio empieza a parecerse a una remake posmo de las invasiones soviéticas a Hungría en 1956 y a Checoslovaquia en 1968, con cambios de nombre pero no de fondo ni de argumento: cuando un país que considera "satélite" o "del exterior cercano" saca los pies del plato, el Kremlin mueve los fierros.

Al respecto, el abbronzato Obama (que hace poquitos días dio una gran señal de fortaleza en medio de todo este barullo al anunciar recortes al presupuesto militar) tuvo que salir a las apuradas a amenazar a Vlad Putin con que "habrá costos". Vale tener presente que la independencia de Ucrania está en teoría garantizada por los EE.UU., el Reino Unido y la propia Rusia según el llamado "Memorándum de Budapest" de 1994, como contrapartida de que Ucrania desmantelara el armamento nuclear heredado de la URSS.

Visto cómo las advertencias de la Casa Blanca lo tienen sin cuidado, parece que el ex teniente coronel de la KGB leyó perfectamente bien el grado de determinación que tiene un tipo como Obama, que había dicho que el uso de armas químicas en Siria era una "línea roja" sólo para echarse atrás ni bien se sintieron los primeros olores raros en Damasco.

Pase lo que pase en Ucrania, tengo la impresión de que a las almitas bienintencionadas que anhelaban el fin de la hegemonía norteamericana se les está cumpliendo el deseo, y que siguiendo la gran tradición de los deseos nacidos más de lo testicular que de lo racional, esas mismas almitas van a tener que tragarse las consecuencias hasta el último y amargo bocado.