Les pido disculpas por adelantado, porque me calenté.
Ya sé que, al igual que los mil monos con mil máquinas de escribir que podrían producir las obras completas de Shakespeare si se les da tiempo infinito, es sólo cuestión de tiempo para que la Vaca Estúpida se haga encima una de esas frases tan suyas que despiertan un anhelo tan profundo de estamparle un Tomahawk al Salón de las Mujeres Argentinas del Bicentenario.
Hoy creo que se superó. Y no hablo de su aplicación berreta, chota e insultante de la Ley de Godwin al insinuar que estamos a tiro de una Kristallnacht porque en su desesperación y desamparo la gente se la agarre como pueda con la mierda delincuente y asesina.
Claro que se le puede reclamar a los wachiturrus conurbanensis que valoren la vida de sus ciudadanos. No sólo se les puede reclamar: se les DEBE reclamar. Se les DEBE EXIGIR. Y se los debe HACER MIERDA hasta donde permita la ley si lo incumplen. Es DEBER del Estado hacerlo. De hecho, es su principal y más básico deber; en términos que la Yegua puede entender, vale muchísimo más que bancar el fóbal para todos, darle a Marianito Recalde la pasantía más costosa del mundo o convertir a los medios del Estado en fuente de conchabos y subsidios a los paralíticos faciales que se hacen llamar "actores argentinos" y a los cretinos morales y mercenarios que se dicen "periodistas militantes".
Pero qué vamos a pedir cumplimiento de las leyes si la cínica hija de un cumulonimbo de putas, que desde hace veinticinco años que no viaja en bondi o auto particular como el resto de los mortales garpaimpuestos y que vive rodeada de custodias, acaba de decir que no se les puede pedir a los cabeza de paco no ya que no roben, sino que no maten al robar.
Me quedó claro que las leyes son un verso y que la vida de los residentes de este país vale una mierda no ya para el fumapaco, sino para la Viuda Negra. Que el contrato social que garpamos de tantos lados y a tasas abusivas no nos da ni siquiera el derecho de considerarnos ciudadanos de un país civilizado. Pero si yo no soy ciudadano, entonces la Yegua no es mi presidenta, y no le debo más que mi más profundo desprecio.
Podría caer en el recurso gastado de decirle que si tanto le gusta la inclusión social, que entonces incluya a todos y cada uno de los drogones asesinos en sus múltiples propiedades y les garpe ella misma todas sus necesidades, y que se banque con estoicismo cuando la agarren a punta de pistola.
Pero como no quiero hacer eso, me voy a limitar a desear que se vaya a la recalcada concha de su madre.
Eso sí, antes voy a agradecerle, porque después de su discursito en el que confirmó que no le interesa proporcionar una alternativa civilizada, me va a doler un poco menos la conciencia, me va a ser más fácil hacer a un lado mis temores sobre cómo vivimos un fracaso no sólo como nación sino como civilización y mi dolor por vernos descender al salvajismo y por saber que vivimos en una tierra (país le queda grande) cada día un poco más primitiva, y voy a sentir menos culpa de repetirme aliviado esa frase que me viene a la mente cada vez que me entero del linchamiento fatal de un chorro: "BIEN. UNO MENOS. ESTE NO ROBA MÁS".