Hace un par de días estuve conversando vía MSN con Manolo Millón, de Cocaína Intelectual, y le decía que una de las tragedias argentinas es que el país no conoce su Historia. Discute a cambio historias partidistas como la que escribió Mitre y fue el relato oficial por mucho tiempo, la que cuestionó el revisionismo nacionalista de los años 20 y 30 dando lugar a los esperpentos de José María Rosa y todas sus viudas, y últimamente a la basura que escribe Felipe Pigna, que no es historia desde el vamos al pretender explicar el pasado en clave del presente un error liminar que invalida todos sus trabajos.
Lo peor del caso es que hay una Historia bien escrita, con criterios serios, excelente documentación y fundados criterios historiográficos. Pero está restringida a circulos menores, mientras la inmensa mayoría se queda con alguna de las historias "oficiales" o con los cuentitos politizados de tanto delincuente intelectual suelto.
Me acuerdo del asunto porque ayer discutía con un amigo sobre el proceso de conformación de la República, que primero en los momentos que siguieron a la Revolución de Mayo, y después tras la batalla de Caseros se parece bastante a una expansión del poder porteño sobre el interior. En el segundo caso, contrariando la Constitución e iniciando este extraño Federalismo-Centralista que ahora parece estar en la mira después de las protestas del campo, y que para mucha gente parece haberse formado en los últimos quince o veinte años.
Para ejemplo del proceso de imposición de criterios porteños al interior viene al caso un episodio olvidado. En 1818 Estanislao López ya estaba al frente de la Provincia, impulsando una amplia autonomía respecto del gobierno porteño, que había logrado "poner en caja" a Mariano Vera. La llegada de López al gobierno motivó que se despacharan a la provincia dos expediciones punitivas. Una, desprendimiento del Ejército del Norte, otra enviada desde Buenos Aires al mando de Juan Ramón Balcarce. López primero derrota a la columna llegada desde Córdoba en Fraile Muerto, y espera a Balcarce en una ciudad de Santa Fe desolada, abandonada por sus habitantes.
Balcarce retrocede a Rosario donde se atrinchera tras haber perdido buena parte de su caballería debido al hostigamiento de los santafesinos. Un mes duraron los combates en Rosario, hasta que el 29 de enero el porteño decide retirarse embarcando en buques de la escuadra. Al abandonar Rosario hizo lo que no hicieron los ingleses en Buenos Aires: incendiar el pueblo. Quemaron 164 de las 180 casas que formaban la entoces Capilla del Rosario.
El hecho está prácticamente olvidado, como está prácticamente olvidado que en algún momento el país se pensó como una estructura federada de estados autónomos. En algún momento la escitora Angélica Arcal-Gorodischer escribió un Romance del Incendio en Capilla del Rosario. Cierro con su última estrofa:
Soldadesca de Balcarce,
excedisteís el mandato
Hoy con palabras de historia
nos comprueba vuestro paso
una capa de ceniza
bajo el suelo de Rosario.
3 comentarios:
No conocía este hecho que la historia oficial hizo poco esfuerzo por enseñar. A decir verdad, tampoco vi esfuerzo alguno por reveleralo de parte del revisionismo ni del neorevisionismo comercial estilo Pigna, ese que denuncia crímenes en todas las épocas, y acá que tiene uno bien patente, lo mantiene oculto.
Muy bueno, Rubén.
Esa es la razón por la cual asesinaron a Dorrego...
Iván
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