5 de julio de 2012

132 años de sometimiento


Todo el mundo mas o menos instruído conoce dos o tres episodios de las guerras civiles argentinas. Caseros y Pavón, sobre todo. La segunda batalla de Cepeda, algunos. La primera, menos.
Ahí se termina en general el conocimiento de más de setenta años de sangre, movilizaciones y enfrentamientos.
Casi nadie sabe del combate de Puente Alsina, ni de la batalla de los Corrales Viejos ocurridos con un día de diferencia uno de otro, y dentro del territorio que hoy constituye la Capital.
Puente Alsina y los Corrales significaron por un lado el final de las guerras civiles (al menos en forma abierta y desembozada) y consagraron con la victoria del Ejército Nacional sobre las tropas de la Provincia de Buenos Aires la culminación del modelo iniciado por Mitre, de sometimiento de los Estados Federales al gobierno Central.
Hoy parece absolutamente normal que las provincias tengas sólo a la Policía como cuerpo armado, y que en otros tiempos las Fuerzas Armadas y ahora las Fuerzas de Seguridad federales operen como fuerzas de ocupación -o de pacificación- cuando las policías quedan desbordadas, pero en aquella Argentina de la Constitución de 1853, y en la de los acuerdos preconstitucionales cada Provincia era capaz de tener su fuerza militar y de organizar la primer defensa contra un ataque. Curiosamente, o no tanto,  esta capacidad recién termino de lapidarse con la reforma constitucional de 1994.
En los Corrales las bayonetas de Nicolás Levalle no igualaron los 500 muertos que dejaron las fuerzas de Racedo en Puente Alsina, pero si sellaron la sumisión de la que por entonces era la provincia dominante en la organización política del país y que prácicamente desde aquel momento se convirtió en un oblast del gobierno establecido en la ciudad de Buenos Aires.
Así que 132 años después, por mas que Felipe Solá advierta que "con la Provincia de Buenos Aires no se jode" hay que entenderlo en clave retórica.
Haría falta un verdadero cambio en la cabeza de los políticos -y de la gente- para que caiga la ficha de que nadie está para servir a un gobierno central, y que es hora de dejar de ser sometidos por un reyezuelo electivo.

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