19 de marzo de 2016

Los primeros cien días

Como no vamos a ser menos que el resto de la prensa, vaya aquí nuestro análisis de los primeros 100 días de Macri en el gobierno, que en buena medida confirma y en otra corrige o amplía lo que evaluamos cuando se cumplió el primer mes de post-kirchnerismo.

Lo positivo:
  • Para desgracia de las diversas cepas del peronismo, Macri sigue sin tener la menor intención de ser un Fernando De la Rúa con pelo. Por suerte dejó de pretender demostrar autoridad con medidas de riesgo como la designación en comisión de jueces de la Corte Suprema, con su elevadísimo potencial de salirle por la culata, y parecería preferir hacerlo mediante un control firme del día a día del gobierno y de la agenda, además de mantener una posición dispuesta al diálogo pero no suplicante o resignada con las diversas oposiciones. Es reconfortante ver a los peronistas corriendo detrás de los acontecimientos, para variar, en lugar de dictarlos ellos mismos.
  • Se mantiene esa audacia de los primeros días, pero estos primeros meses la templaron y la dotaron de experiencia, lo que ha hecho que sea más efectiva y enfocada. El caso paradigmático es el discurso de apertura del Congreso el 1 de marzo, en donde por primera vez un presidente no peronista se atrevió a enrostrarle en cara al peronismo, ante los ojos de todo el país, el desastre absoluto político, económico, institucional y social en el que hundió a la Argentina. Pero también podemos señalar golpes de efecto como los pedidos aceptados de desclasificación de archivos de EE.UU. y del Vaticano sobre el Proceso, que le cierra bien grande la boca a los kirchneristas que reclaman el monopolio de los derechos humanos... y que podría arrojar perlitas bastante interesantes, sobre todo si aparecen nombres de muchos que se las dan de grandes combatientes de la Resistencia...
  • Demostró determinación para ir de frente con algunos temas críticos como las negociaciones con los holdouts y el sinceramiento tarifario, que son bastante difíciles de defender ante una opinión pública que cree que es un derecho humano ser bancada desde arriba y que la puede el nacionalismo pelotudo y adolescente. Aunque es cierto que todavía faltan tres tragos bastante amargos, sobre todo para Capital y Conurbano (actualización de tarifas de agua, gas y transporte), y que el Gobierno parece encarar con pies de plomo a partir de la experiencia del sinceramiento de la electricidad...
  • Ha logrado instalar de manera bastante exitosa la noción de que el descalabro económico actual es el resultado de los doce años de desconche kirchnerista, y que si hoy en día estamos así es porque nos pasamos los últimos años hundidos en una orgía de despilfarro, delirio y corrupción populista que vamos a seguir pagando por un buen tiempo. Y aunque Macri no lo diga para no quemar puentes, no hace nada para facilitarles a los peronistas que hoy se las dan de guerreros éticos del federalismo desentenderse de su pasado de foquitas aplaudidoras y levantamanos de la Vaca Estúpida. Queda todavía por ver si esta noción instalada puede echar raíz en la sociedad argentina, y sobre todo si logra convencer al país de que no se trató de que los Kirchner fueran circunstancialmente malos (y que por tanto existe tal cosa como un populismo bueno), sino que se debió a un sistema que ya es insostenible. La base lograda es buena, pero todavía queda el desafío de lograr que los argentinos entiendan que el problema no son los populistas sino el populismo.
  • Ha sabido aprovechar la ola de buena voluntad (e indudable alivio por hartazgo) que desató en el resto del mundo el final del Cristinato, así como los tropezones que viene pegándose Brasil de la mano de los delincuentes de Lula y Rousseff, lo que permitió una rápida recomposición de las relaciones con Occidente y con otros países de la región... aunque todavía faltan pasos importantes en materia de generación de confianza y estabilidad para lograr que esa buena voluntad se traduzca en inversiones. Pero es un buen comienzo, y parece firme.
  • Por ahora logra combinar flexibilidad con firmeza en sus tratos con los otros actores de poder (peronismo, provincias, sindicalismo, etc), y sigue siendo capaz de recalcular cuando es necesario, en lugar de dejarse morir defendiendo colinas que no valen la pena, como lo hacía el kirchnerismo con su terquedad suicida y psicópata estilo "Hitler en el Frente Oriental".
  • Logró construir al kirchnerismo como su rival preferido a la vez que aprovecha la descomposición de su aparato de poder, dándole la suficiente entidad como para que siga manteniéndose como una amenaza perceptible por parte de la sociedad, pero lo bastante aislado como para impedirle tender puentes con el resto del peronismo, que por momentos parece más ansioso de desentenderse de la Vaca Estúpida que Macri. O sea, lo que nunca debieron haber dejado de ser: una banda de payasos gritones. Y ahora que vienen sucediéndose en tropel las revelaciones sobre la corrupción pingüina, los kirchneristas van a quedar en la intersección del fanatismo, la delincuencia y la irrelevancia, pero bien a la vista de todos, No creo que Macri se haya olvidado de que hubo mucha gente en todo el país, e incluso en Buenos Aires, que lo votaron porque era preferible antes que el kirchnerismo, y hasta que logre sostenerse por sus propios méritos, el kakaje seguirá siendo el punching ball favorito del macrismo...
  • Todavía mantiene dentro del redil a los tirabombas de la Coalición Cívica y a los acomodaticios de la UCR, al tiempo que mantiene índices de aprobación bastante elevados considerando lo movidito de estos primeros 100 días. No es poca cosa.
  • Supo instalar, por lo menos en lo discursivo y simbólico, la percepción de un giro respecto de cómo se venían manejando los asuntos públicos. Bastante se ha hablado del cambio de relación con la prensa, del fin de la fobia kakal a la crítica y del resurgimiento del Congreso como ámbito de negociación en vez de tribuna de androides pavlovianos levantamanos.



Lo negativo:
  • Demuestra a veces un grado de improvisación preocupante en momentos críticos, sobre todo cuando se trata de tomar decisiones rápidas en asuntos altamente visibles. El caso típico es el de los cambios al impuesto a las Ganancias, en donde un decreto que a todas luces parece escrito a las apuradas terminó logrando puteadas de todos lados. Aunque también podemos hablar del decreto de restitución de fondos coparticipables a la Ciudad de Buenos Aires, que por no atender algunas cuestiones menores terminó complicando las negociaciones sobre la coparticipación a las provincias.
  • Dejó en evidencia una confianza frente al campo y a los empresarios que demostró ser excesiva e inmerecida. Como recompensa por el levantamiento de las retenciones a la mayoría de los productos agropecuarios y la eliminación progresiva de las retenciones a la soja (que enquilombaron el frente fiscal del Gobierno), el campo se hizo el pijotero con la liquidación de dólares a la que se había comprometido, lo que dificultó la recuperación de las reservas del BCRA y ayudó al repunte del dólar en febrero. No se podía esperar mucho de un sector que votó al kirchnerismo en 2007, se dio cuenta de lo malos que eran en 2008, y volvió a votarlos en 2011. En cuanto al empresariado, verlos desesperarse y aprovechar cualquier excusa para remarcar ni bien les sacan el pie del cogote hace fácil coincidir con Ernesto Sanz cuando dice que "algunos empresarios se merecen a Moreno".
  • A veces le cuesta lograr que este esquema de "trabajo en equipo" funcione como se espera, sobre todo en una economía que se acostumbró durante décadas a tener un único ministro omnipotente y que ahora depende de la interacción con cortocircuitos de varios ministerios separados. Combinado con un gabinete con muchos ministros que no están acostumbrados a las sutilezas de la política local, esto puede complicar las cosas...
  • Por momentos parece abrumado y lento para reaccionar (y no se lo podría culpar) ante la confluencia de diversos frentes que chocan de manera simultánea: impuesto a las ganancias, coparticipación, inseguridad, inflación, colapso institucional, economía frenada, peronismo, paritarias, siguen las firmas.
  • No logra encontrar la manera de calmar, por no decir satisfacer, las expectativas bastante irracionales de una sociedad que espera que la inflación, la incompetencia, la inseguridad y los demás males sociales desaparezcan en tres meses luego de haber aguantado estoicamente los doce años de desquicios de la fugitiva del Hospital Moyano. Y que, de manera preocupante, sigue sin asociar que los fines que busca sólo pueden lograrse con el uso de ciertos métodos cuya validez sólo se discute en la nube de pedos que dejó el kirchnerismo (es decir, si queremos que el Estado se desprenda de ñoquis necesariamente hay que sacar gente, y si queremos recuperar el control de la calle tarde o temprano algún piquete va a terminar ligando gas lacrimógeno y ducha de carro hidrante).
  • No encuentra la manera de conseguir mayor margen de maniobra que el que tiene frente a un peronismo tradicional que espera para clavar la puñalada, un massismo momentáneamente colaborador pero ventajero y que quiere cobrar demasiado por su ayuda, un sindicalismo extorsionador y un kirchnerismo tirabombas (metafóricas por ahora, aunque debe haber unos cuantos que se masturban pensando en tirar bombas de verdad)
  • Sus previsiones sobre la evolución de la economía estuvieron ligeramente erradas en algunos aspectos delicados (inflación, evolución del dólar, caída de la actividad, ingreso de capitales, déficit fiscal), lo que obligó a correcciones de curso cuyos resultados todavía son difíciles de anticipar.


Y lo que viene:
  • Si el arreglo con los holdouts avanza, la próxima gran marca a superar va a venir a principios de junio, y tiene el potencial de ser una herida autoinfligida: tanto machaca el Gobierno con que el segundo semestre del año va a ser mucho mejor en materia económica que el primero, que cualquier decepción en tal sentido (que la inflación no afloje, que la obra pública no vuelva a moverse, que la economía no empiece a repuntar, que los capitales que entren no sean suficientes) puede traer serias complicaciones en el humor de una sociedad que por ahora está dispuesta a darle el beneficio de la duda. Y cualquier pérdida de popularidad puede acelerar el momento inevitable en que el peronismo muestre su hilacha siempre traicionera.
  • De todos modos, el clima de benevolencia política tiene fecha de vencimiento, probablemente en el segundo trimestre de 2017. Conforme se acerquen las elecciones legislativas, van a pasar una serie de cosas: el peronismo va a torpedear y obstruir todo lo que pueda con tal de recuperar terreno y seguir complicando las cosas en el Congreso; Massa se va a poner la camiseta de opositor y va a buscar posicionarse para 2019, casi seguramente en Provincia de Buenos Aires, con lo que se van a empiojar los entendimientos delicados que hay a nivel nacional y provincial; y el Gobierno va a tener que sostenerse en los logros propios (especialmente en obras públicas y resultados tangibles, sobre todo en las provincias del Norte si apunta a conseguir más senadores que le bajen el precio a Miguel Ángel Pichetto) más que en el recuerdo del kirchnerismo si quiere que la sociedad renueve la confianza y le permita ganar terreno en el Congreso.
  • El punto anterior significa que lo que sea que el Gobierno quiera lograr, más le vale que logre hacerlo pasar por el Congreso durante este período de sesiones, porque en el de 2017 el peronismo lo va a poner a parir. Aunque en el lado positivo, va a ser una gran oportunidad para recordarles a los argentinos que los gobernadores que se las dan de gladiadores de las provincias se bancaron como señoritos que los Kirchner los dejaran sin plata para pagar sueldos, que Pichetto fue tan sólo un Chivo Rossi menos bestial a la hora de defender lo indefendible, y que es fácil encontrar fotos de Massa flanqueado por Julio De Vido y Ricardo Jaime...
  • Si las revelaciones sobre la corrupción grotesca y escandalosa del kirchnerismo no se traducen en un desfile de figurones del anterior régimen (Ye Olde Stupide Cowe included) por los tribunales, y en condenas rápidas contra figuras que no caigan en la categoría de "perejiles", el Gobierno va a correr riesgos en un campo en el que la sociedad puso otra serie de grandes expectativas: el combate contra la corrupción y la impunidad. Esto a su vez va a requerir de una cirugía delicada y precisa, evitando o minimizando el empleo de recursos tales como los "operadores judiciales" (guarda con Angelici, que no termine metiendo un gol en contra) u otros instrumentos de presión que hagan realidad la frase "son más de lo mismo".


Que nadie diga que no estamos viviendo tiempos interesantes.



1 comentario:

carancho dijo...

Siempre brillante, Mayor.
Coincido plenamente.